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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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– Rocco, siéntate en el otro lado –indicó Clemenza–. Eres tan alto que no me<br />

dejas ver a través del retrovisor.<br />

Obediente, Lampone se apartó sin hacer comentario alguno, como si la petición<br />

de Clemenza fuera la cosa más natural del mundo.<br />

– ¡Maldita sea! Ese Sonny está asustado como una rata. Ya está pensando en<br />

ir a las trincheras. Tenemos que buscar un lugar adecuado en el West Side –<br />

dijo Clemenza, dirigiéndose a Gatto–. Tú y Rocco debéis buscar el lugar y<br />

ocuparos de la compra de los muebles y provisiones. Estaréis allí hasta que<br />

llegue el resto de los hombres. ¿Conocéis algún sitio apropiado?<br />

Como había esperado, los ojos de Gatto demostraron inmediatamente un ávido<br />

interés. Paulie se había tragado el anzuelo, y el pensar en cuánto le pagaría<br />

Sollozzo por la información le privó de considerar el posible peligro. Además,<br />

Lampone estaba realizando su papel de maravilla. Se estremecía mirando a<br />

través de la ventanilla, como si nada de lo que los dos hombres hablaban le<br />

interesara lo más mínimo. Clemenza se felicitó por su elección.<br />

Gatto se encogió de hombros.<br />

– Tendré que pensarlo –dijo.<br />

– Piensa mientras vas conduciendo –gruñó Clemenza–. Quiero estar hoy<br />

mismo en Nueva York.<br />

Paulie era un conductor experto, y como el tráfico no era muy intenso en<br />

aquella hora de la tarde, llegaron a la ciudad cuando empezaba a anochecer.<br />

Durante el trayecto, los tres hombres apenas si cruzaron cuatro palabras.<br />

Clemenza indicó a Paulie que se dirigiera hacia el sector de Washington<br />

Heights. Le dijo que aparcara el automóvil cerca de Arthur Avenue y que<br />

esperara, pues quería ver algunos apartamentos. También dejó a Rocco<br />

Lampone en el coche. Se fue al restaurante Vera Mario, donde después de<br />

saludar a algunos conocidos tomó una cena ligera a base de ensalada y carne<br />

de ternera. Transcurrida una hora, se dirigió al lugar donde estaba el coche y<br />

subió. Gatto y Lampone no se habían movido del interior del vehículo.<br />

– Vamos, muchachos; quieren que regresemos a Long Beach. Tienen otro<br />

trabajo para nosotros. Sonny dice que podemos dejar esto para más adelante.<br />

Oye, Rocco: tu vives en la ciudad ¿dónde quieres que te dejemos?<br />

– Tengo el coche en tu casa –contestó Rocco– y mi madre lo necesita mañana<br />

por la mañana, a primera hora.<br />

– Bien –asintió Clemenza–. Bueno, entonces volverás con nosotros.<br />

Tampoco de regreso a Long Beach hablaron mucho.<br />

– Sal de la carretera, Paulie; tengo que orinar –dijo Clemenza súbitamente.<br />

Gatto había trabajado con el gordo “caporegime” durante mucho tiempo y sabía<br />

de sobra que su jefe tenía que orinar con bastante frecuencia. No era la<br />

primera vez que le hacía la misma petición. Gatto aparcó en la cuneta.<br />

Clemenza saltó del automóvil y avanzó unos pasos en dirección contraria a la

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