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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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El jueves por la mañana, Tom Hagen acudió pronto a su oficina. Tenía<br />

intención de despachar rápidamente el trabajo rutinario, al efecto de prepararlo<br />

todo para la entrevista con Virgil Sollozzo, prevista para el viernes. Debido a la<br />

importancia de la entrevista, había pedido al Don que le dedicara varias horas<br />

para hablar del asunto. Sollozzo tenía una proposición que hacer a la Familia, y<br />

Hagen quería saberlo todo, hasta los más nimios detalles, para estar preparado<br />

y sacar el máximo partido de aquel contacto preliminar.<br />

El Don no había parecido sorprenderse cuando Hagen regresó de California, a<br />

última hora del martes, y le contó cómo habían ido las negociaciones con<br />

Woltz. Se interesó por todos y cada uno de los detalles, e hizo una mueca de<br />

disgusto cuando Hagen le contó lo de la herniosa muchachita y su madre; llegó<br />

a murmurar “infamita”, infamia, una palabra que sólo salía de sus labios cuando<br />

quería expresar la máxima desaprobación.<br />

– ¿Es realmente un hombre con lo que hay que tener? –preguntó finalmente.<br />

Hagen se quedó pensativo, considerando lo que el Don quería significar. Los<br />

años le habían enseñado que los valores por los que se regia el Don eran muy<br />

diferentes de los de la mayoría de la gente; incluso sus palabras podían tener<br />

un significado diferente. ¿Era Woltz un hombre de carácter? ¿Era persona de<br />

voluntad fuerte? La respuesta sería afirmativa, pero eso no era lo que el Don<br />

estaba preguntando. ¿Tenía el productor cinematográfico el valor suficiente<br />

para no asustarse ante las amenazas? ¿Estaba dispuesto a sufrir grandes<br />

pérdidas en sus películas? La respuesta seguiría siendo afirmativa, pero<br />

tampoco era lo que el Don quería saber. Al final, Hagen enfocó debidamente la<br />

pregunta: ¿Tenía Jack Woltz lo que hay que tener para arriesgarlo todo, para<br />

perder todo cuanto poseía, y ello por una cuestión de principios, por un asunto<br />

de honor o, por qué no, por venganza? Entonces Hagen sonrió. Pocas veces lo<br />

hacía, pero en esta ocasión no pudo contenerse.<br />

– Usted quiere saber si es un siciliano.<br />

El Don hizo un gesto afirmativo. Había sabido apreciar la halagadora agudeza<br />

de Hagen.<br />

– No –contestó éste.<br />

Eso fue todo. El Don había estado estudiando el asunto hasta el día siguiente.<br />

El miércoles por la tarde había llamado a Hagen para darle instrucciones, cuyo<br />

cumplimiento debería tenerle ocupado el resto del día. Hagen estaba realmente<br />

admirado. No le cabía la menor duda de que el Don había resuelto el problema,<br />

y estaba seguro de que Woltz le llamaría en el curso de la mañana para<br />

comunicarle que Johnny Fontane sería el protagonista de la película bélica<br />

cuyo rodaje estaba a punto de empezar.<br />

En aquel momento sonó el teléfono, pero era Amerigo Bonasera. La voz del<br />

empresario de pompas fúnebres temblaba de gratitud. Quería que Hagen<br />

transmitiera al Don la seguridad de su amistad eterna. El Don no tenía más que

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