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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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– Me lo pensaré –dijo Lucy, aunque estaba segura de que aceptaría la<br />

intervención quirúrgica, sobre todo teniendo en cuenta que Jules le inspiraba<br />

absoluta confianza–. ¿Cuánto me costará? –preguntó a continuación.<br />

Jules enarcó las cejas y al cabo de unos segundos contestó:<br />

– Ni cuento con el instrumental necesario para una intervención de este tipo, ni<br />

soy el hombre adecuado para realizarla. Pero en Los Ángeles tengo un amigo<br />

que es un gran especialista en el tema y trabaja en el hospital más moderno de<br />

la ciudad. De hecho, él es quien se encarga de operar a todas las estrellas del<br />

cine cuando se dan cuenta de que la cirugía estética ya no basta para<br />

conseguir o conservar el amor de un hombre. Como me debe algunos favores,<br />

no cobrará ni un dólar. Cuando se le presenta un caso de mi “especialidad”,<br />

siempre me lo pasa... Aura, si no fuese una falta de ética, te nombraría a<br />

algunas de las más famosas estrellas que se han sometido a esta operación.<br />

Lucy sentía una terrible curiosidad, y le pidió que le dijera los nombres. Una de<br />

las cosas que más le gustaban de Jules era que nunca se burlaba de su muy<br />

femenina afición al cotilleo.<br />

– Te lo diré, si aceptas cenar y pasar la noche conmigo. Hemos de recuperar el<br />

tiempo perdido a causa de tu testarudez.<br />

Lucy, emocionada ante la gentileza de Jules, dijo:<br />

– No tienes obligación de dormir conmigo. Sabes que, tal como estoy ahora, no<br />

disfrutarías mucho. Jules se echó a reír.<br />

– Eres increíblemente ingenua... ¿Nunca has oído hablar de otras formas de<br />

hacer el amor, igual de antiguas y civilizadas? ¿Cómo puedes ser tan<br />

inocente?<br />

– Ah, te refieres a eso...<br />

– Ah, te refieres a eso... – la parodió Jules–. Las chicas buenas no lo hacen, los<br />

hombres de verdad no lo hacen, ni siquiera en el año 1948... Bien, cariño,<br />

podría llevarte a la casa de una anciana dama, cerca de Las Vegas, que fue la<br />

madama más joven del burdel más famoso del Salvaje Oeste, allá por 1880. Le<br />

encanta hablar de los buenos viejos tiempos. ¿Sabes lo que me dijo en una<br />

ocasión? Pues que esos recios, viriles y valientes vaqueros siempre les pedían<br />

a las chicas que les hicieran un “francés”, es decir, lo que los médicos<br />

llamamos una felación y tú llamas “eso”. ¿Es que nunca hiciste “eso” con tu<br />

amado Sonny?<br />

Lucy lo sorprendió de verdad: se volvió hacia él con una sonrisa sólo<br />

comparable a la de Mona Lisa y dijo en voz baja:<br />

– Con Sonny siempre lo hacía. Era la primera vez que admitía algo semejante<br />

en presencia de otra persona.<br />

Dos semanas más tarde, en el quirófano de un hospital de Los Ángeles, Jules<br />

Segal observaba la intervención a que era sometida Lucy Mancini por parte de<br />

su amigo, el doctor Frederick Kellner. Antes de que la muchacha fuera<br />

anestesiada, Jules se inclinó sobre ella y le susurró al oído:

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