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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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Ante la mirada aterrorizada de las dos mujeres, Al Neri propinó a su sobrino<br />

una tremenda paliza. Al principio, el joven trató de defenderse, pero al ver la<br />

inutilidad de sus intentos, suplicó a su tío que dejara de pegarle. Sus labios<br />

estaban hinchados y sangrantes. Neri golpeó la cabeza del muchacho contra la<br />

pared y luego le dio una serie de puñetazos en el estómago, haciéndole caer al<br />

suelo. Entonces se dedicó a golpear la cara de Tommy contra el suelo. Dijo a<br />

las dos mujeres que esperaran y obligó al sobrino a acompañarlo hasta su<br />

automóvil. Entonces le dijo:<br />

– Si me entero de que has vuelto a hablarle a mi hermana de ese modo, te<br />

daré una paliza tal que lo de esta tarde te parecerán caricias. Quiero que te<br />

reformes. Ahora sube a tu casa y di a mi esposa que la estoy esperando.<br />

Dos meses después, una noche en que Al Neri, a causa de su trabajo, llegó<br />

tarde a casa, se encontró con que su esposa lo había abandonado. Se había<br />

llevado toda su ropa y había regresado a casa de sus padres. Según le informó<br />

el padre de Rita, ella le tenía miedo y no quería vivir con él a causa de su<br />

temperamento irascible. Al no lo comprendía. Nunca había pegado a su<br />

esposa, nunca la había amenazado siquiera, siempre se había mostrado<br />

amable y respetuoso. Pero estaba tan aturdido, que decidió dejar pasar unos<br />

días antes de ir a casa de sus suegros a hablar con ella.<br />

Por desgracia, a la noche siguiente, mientras efectuaba su servicio, se metió en<br />

dificultades. Su coche respondió a una llamada relacionada con un homicidio<br />

comeado en Harlem. Al llegar al lugar de los hechos, Neri saltó del coche antes<br />

de que éste se hubiera detenido; como de costumbre. Era pasada la<br />

medianoche, y Neri llevaba su enorme linterna. Gran número de personas se<br />

apiñaban delante del portal de una casa. Una mujer negra le explicó:<br />

– Ahí dentro hay un hombre que está matando a una muchacha.<br />

Neri entró en la casa. En la planta baja, al final del pasillo, se veía una puerta<br />

abierta, y el policía oyó unos quejidos lastimeros. Con la linterna en la mano,<br />

atravesó el pasillo y cruzó el umbral de la puerta.<br />

Estuvo a punto de tropezar con dos cuerpos tendidos en el suelo. Uno era de<br />

una mujer negra, de unos veinticinco años; el otro, de una chica, negra<br />

también, que debía tener unos doce. Ambas sangraban abundantemente, a<br />

causa de múltiples cuchilladas. Y el autor de las mismas estaba un poco más<br />

adentro, agazapado en un rincón. Neri lo conocía bien.<br />

Se trataba de Wax Baines, conocido rufián, drogadicto y matón. La mano con la<br />

que sostenía el ensangrentado cuchillo le temblaba, y sus ojos indicaban que<br />

se hallaba bajo los efectos de los narcóticos. Neri lo había arrestado dos<br />

semanas atrás por haber agredido en plena calle a una de sus mujeres. Baines<br />

le había dicho:<br />

– No se meta; no es asunto suyo. Y el compañero de Neri se había limitado a<br />

murmurar que si los negros querían matarse los unos a los otros, mejor para<br />

todos. Pero Neri había insistido en llevarse a Baines a la comisaría, aunque<br />

sabía que su empeño sería inútil. Baines fue puesto en libertad bajo fianza a la<br />

mañana siguiente.

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