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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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era algo que le resultaba completamente imposible de hacer en presencia de<br />

una persona extraña. Puso su mano libre en el regazo de Sharon, mientras con<br />

la otra bebía un sorbo de licor. Sin malicia, con la naturalidad de un novio que<br />

busca calor, Johnny deslizó la mano bajo el vestido de Sharon. Como siempre,<br />

a pesar de todas las mujeres, a pesar de los años y a pesar de la costumbre, al<br />

contemplar los blancos muslos de la muchacha Johnny sintió un agradable<br />

calor en todo su cuerpo. El milagro, una vez más, se había producido, pero<br />

¿qué haría cuando eso fallara como le fallaba la voz?<br />

Ahora estaba dispuesto. Dejó el vaso en la mesita de centro y se inclinó hacia<br />

Sharon. Estaba muy seguro de sí mismo, pero sabía ser tierno; en sus caricias<br />

no había obscenidad alguna. La besó en los labios. Sharon le devolvió el beso<br />

con decisión, pero sin pasión. Johnny lo prefirió así. No le gustaban las mujeres<br />

excesivamente apasionadas, las que actuaban como si el simple contacto de la<br />

mano de un hombre bastara para hacer vibrar todas las fibras eróticas de su<br />

ser.<br />

Luego recurrió a una estrategia que siempre le daba resultado: con la máxima<br />

delicadeza la acarició y, acercándose más a ella, la besó profundamente. Antes<br />

de ser famoso, naturalmente, incluso alguna le había abofeteado; pero ésta era<br />

la única técnica de Johnny Fontane. Por lo general, solía darle buenos<br />

resultados.<br />

La reacción de Sharon fue insólita. Lo aceptó todo, el contacto y el beso; luego<br />

se separó, se apartó un poco y tomó el vaso de licor. Era una negativa fría,<br />

pero firme. A Johnny le había sucedido algunas veces, no muchas. Johnny<br />

tomó también su vaso y encendió un cigarrillo.<br />

– No es que no me gustes, Johnny –dijo Sharon con voz muy suave–, eres<br />

mucho más encantador de lo que había supuesto. Y no es porque yo sea una<br />

mojigata, que no lo soy. La verdad es que debo sentir algo para entregarme a<br />

un hombre. ¿Me comprendes?'<br />

Johnny Fontane sonrió. La muchacha le gustaba.<br />

– ¿Y yo no te hago sentir nada? –interrogó.<br />

Ella parecía algo violenta.<br />

– Mira, cuando tú eras un gran cantante, yo era todavía una niña.<br />

Pertenecemos a generaciones distintas. En serio, no es que yo sea una beata.<br />

Si fueras James Dean o alguien de mi generación, no tardaría ni un segundo<br />

en lanzarme en tus brazos.<br />

Ahora ya no le gustaba tanto la chica. Era dulce, graciosa e inteligente. No se<br />

había lanzado sobre él, ni había intentado utilizarlo para introducirse en el<br />

mundo del cine. Era realmente una buena chica. Pero había otra cosa, algo<br />

que le había sucedido en alguna otra ocasión. Era la clase de chicas que<br />

aceptaban una invitación con el propósito de llegar hasta el final –<br />

prescindiendo de lo mucho o poco que les gustara el hombre– sólo para poder<br />

ir pregonando por ahí lo interesante que les había resultado tener una aventura<br />

con una estrella de Hollywood. Johnny era ya un hombre experimentado y<br />

comprendía la situación; no se irritaba por aquellas naderías.

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