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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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traicionado jamás a un Don; por lo menos ninguna de las poderosas familias<br />

sicilianas que se habían establecido en América recordaba que tal cosa<br />

hubiese ocurrido. La traición a un Don era un acto sin futuro. Todos los<br />

consiguen sabían que si permanecían fieles, tendrían dinero, poder y el respeto<br />

de todos. Si alguna desgracia ocurría a un consigliere, su esposa e hijos no<br />

carecerían de nada y serían protegidos como si él viviera o estuviera libre. La<br />

única condición era que se mantuviera fiel.<br />

En algunos asuntos, el consigliere tenía que actuar por cuenta de su Don de<br />

manera más abierta, pero sin comprometerlo en modo alguno. Hagen volaba<br />

hacia California para solucionar uno de tales asuntos. Se daba perfecta cuenta<br />

de que en su carrera de consigliere influiría considerablemente el éxito o el<br />

fracaso de esa misión. En realidad, teniendo en cuenta la envergadura de los<br />

negocios de la Familia, el que Johnny Fontane obtuviera o no el papel en la<br />

película era una menudencia. Mucho más importante era, en cambio, la<br />

entrevista que Hagen había concertado para el viernes siguiente con Virgil<br />

Sollozzo. Pero Hagen sabía que, para el Don, ambos asuntos tenían igual<br />

importancia, y siendo así, todo buen consigliere dejaba automáticamente de<br />

hacer cabalas al respecto.<br />

El ruido de los motores del avión puso nervioso a Tom Hagen, que para<br />

tranquilizarse pidió un “martini” a la azafata. Tanto el Don como Johnny le<br />

habían hablado del carácter del productor cinematográfico Jack Woltz. Por lo<br />

que Johnny había dicho, Hagen estaba convencido de que no lograría hacer<br />

entrar en razón al productor. Por otra parte, tampoco tenía la menor duda de<br />

que el Don cumpliría la palabra dada a Johnny. Su papel se reducía al de mero<br />

negociador.<br />

Recostado en su butaca, Hagen pasó revista a toda la información que le<br />

habían proporcionado. Jack Woltz era uno de los tres productores más<br />

importantes de Hollywood, propietario de su propio estudio, que había firmado<br />

contrato con docenas de grandes estrellas. Era miembro de la sección<br />

cinematográfica del Gabinete Asesor de Información Bélica del presidente de<br />

Estados Unidos, lo cual significaba que colaboraba en la realización de<br />

películas de propaganda. Había cenado en la Casa Blanca y J. Edgar Hoover<br />

había estado en su casa de Hollywood. No obstante, todo aquello era menos<br />

importante de lo que parecía. No eran sino relaciones oficiales. Woltz no tenía<br />

ningún poder político personal; en primer lugar, porque era un reaccionario de<br />

mucho cuidado, y, en segundo lugar, porque era un megalómano que imponía<br />

su criterio despótica y dictatorialmente, sin pararse a pensar en que ello le<br />

granjeaba la enemistad de cuantos estaban a sus órdenes.<br />

Hagen suspiró. No veía la forma de convencer a Jack Woltz. Abrió su<br />

portafolios y trató de trabajar un poco, pero estaba demasiado cansado. Pidió<br />

otro martini y se puso a reflexionar sobre su pasado. No se arrepentía de nada.<br />

Al contrario, se daba cuenta de que había tenido una suerte extraordinaria. Por<br />

lo que fuere, el camino que había escogido diez años atrás era el mejor. El<br />

éxito le sonreía, era tan feliz como pudiera serlo cualquier hombre adulto, y<br />

encontraba que la vida merecía la pena.<br />

Tom Hagen tenía treinta y cinco años. Era un hombre de figura esbelta y<br />

facciones agradables. Se había graduado como abogado, pero su trabajo para

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