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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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convirtiéndose en multimillonario y propietario de uno de los hoteles más<br />

lujosos de Miami Beach.<br />

Al entrar en la sala donde iba a celebrarse el cónclave, seguido de su<br />

consigliere, igualmente bronceado por el sol, Tramonti se acercó a Don<br />

Corleone y lo abrazó a la vez que hacía patente, con un gesto, su pena por la<br />

muerte de Sonny.<br />

Estaban llegando los jefes de otras Familias. Todos se conocían; habían tenido<br />

relaciones comerciales o se habían encontrado en reuniones sociales. El<br />

segundo en presentarse fue Joseph Zaluchi, de Detroit, donde su Familia<br />

poseía – aunque su nombre no figuraba en ningún documento– un hipódromo,<br />

aparte de controlar buena parte del juego. Zaluchi era un hombre de cara<br />

redonda y aspecto bonachón, que vivía en una casa de cien mil dólares,<br />

situada en el barrio residencial de Grosse Point. Uno de sus hijos se había<br />

casado con una muchacha perteneciente a una conocida familia americana, y<br />

él era, al igual que Don Corleone, un hombre sofisticado. En Detroit la Mafia<br />

era menos violenta que en cualquiera de las ciudades controladas por las<br />

Familias. En los tres últimos años sólo habían tenido lugar dos “ejecuciones”.<br />

Zaluchi desaprobaba el tráfico de drogas.<br />

Joseph Zaluchi estaba acompañado por su consigliere, y los dos hombres<br />

abrazaron a Don Corleone. Zaluchi hablaba el inglés sin apenas acento<br />

italiano, vestía como un típico hombre de negocios, y su buena voluntad era<br />

proverbial.<br />

– Sólo su llamada podía haberme traído hasta aquí –dijo a Don Corleone.<br />

El Padrino le dio las gracias con un gesto. Estaba seguro de que dispondría del<br />

apoyo de Zaluchi.<br />

A continuación llegaron dos jefes de la Costa Oeste. Habían hecho el viaje en<br />

el mismo automóvil, pues eran íntimos amigos y siempre trabajaban juntos. Se<br />

llamaban Frank Falcone y Anthony Molinari. Con poco más de cuarenta años,<br />

eran los más jóvenes de cuantos asistían a la reunión, vestían un poco más<br />

llamativamente que los demás – influencia de Hollywood– y se mostraban muy<br />

amistosos. Frank Falcone controlaba el sindicato de trabajadores de la industria<br />

cinematográfica y el juego en los estudios, además de estar al frente de una<br />

organización que se encargaba de suministrar chicas a los prostíbulos de los<br />

estados del Oeste. Si existiera la mínima posibilidad de que un Don acabara<br />

convertido en una figura del show business, podía afirmarse que Falcone era,<br />

en todo caso, el que más lo parecía. Los otros jefes de las Familias<br />

desconfiaban de él. Anthony Molinari, por su parte, controlaba los muelles de<br />

San Francisco y era, además, uno de los peces gordos del negocio de las<br />

apuestas deportivas. Procedente de una humilde familia de pescadores<br />

italianos, poseía el mejor restaurante especializado en pescado de San<br />

Francisco. Aquel local era su orgullo; en él se servía una comida excelente a<br />

bajo precio, aun cuando, se decía, perdía dinero con él. Su rostro inexpresivo,<br />

propio de un jugador profesional, hacía que los demás sospecharan que<br />

también estaba envuelto en el tráfico de drogas, entonces muy extendido a<br />

través de la frontera mexicana y de los barcos procedentes del Lejano Oriente.<br />

Sus acompañantes eran tan jóvenes y corpulentos, que más parecían

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