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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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Vito vio a Fanucci alejarse de sus agresores, y nunca olvidaría la imagen del<br />

hombre tapándose la herida con su sombrero para evitar que manara la<br />

sangre.<br />

Contra todas las previsiones, aquel ataque resultó ser una bendición para<br />

Fanucci. Sus jóvenes agresores no eran unos asesinos, sino simples<br />

muchachos dispuestos a dar una lección al extorsionador y conseguir así que<br />

dejara tranquilos a los habitantes del barrio. Fanucci, en cambio, sí resultó ser<br />

un asesino, y eso a pesar de su miedo. Pocas semanas más tarde, el que<br />

había empuñado el cuchillo al atacar a Fanucci apareció muerto, y las familias<br />

de los otros dos jóvenes tuvieron que pagar una fuerte suma a éste para que<br />

olvidase su venganza. Desde entonces, los tributos aumentaron, y Fanucci<br />

entró a formar parte del negocio del juego. Vito Corleone consideró que todo<br />

aquello no era de su incumbencia, y lo olvidó al instante.<br />

Durante la Primera Guerra Mundial, cuando el aceite de oliva de importación<br />

escaseaba, Fanucci se convirtió en socio de Abbandando, suministrándole<br />

aceite, salami, jamón y queso, todo traído de Italia. Luego colocó en la<br />

droguería a un sobrino suyo, con lo que Vito Corleone se encontró sin trabajo.<br />

Por aquel entonces llegó el segundo hijo, Frederico. Ahora Vito Corleone tenía<br />

cuatro bocas que alimentar. Siempre había sido un joven muy reservado, que<br />

se guardaba sus pensamientos para sí. Su mejor amigo era Genco, el joven<br />

hijo del propietario de la droguería, que se quedó muy sorprendido cuando Vito<br />

criticó a su padre por haber permitido que Fanucci entrara a formar parte del<br />

negocio, y también por haberlo dejado sin trabajo. Genco, rojo de vergüenza, le<br />

juró que nunca le faltaría comida, que robaría de la tienda lo necesario para<br />

que su amigo y su familia se alimentaran. La oferta fue rechazada por Vito,<br />

quien dijo que no podía permitir que un hijo robara a su propio padre.<br />

El joven Vito, sin embargo, sentía un odio frío e intenso hacia Fanucci, aunque<br />

lo ocultaba. Ya llegaría el momento de expresarlo. Estuvo trabajando unos<br />

meses en el ferrocarril, pero luego, al terminar la guerra, el trabajo empezó a<br />

escasear y el muchacho se encontró muchos días en situación de paro forzoso.<br />

Además, allí la mayoría de los capataces eran irlandeses y americanos que<br />

solían burlarse de los peones, empleando para ello las palabras más crueles<br />

que figuraban en su vocabulario. Vito simulaba no entender lo que decían, a<br />

pesar de que comprendía perfectamente el inglés, que hablaba con acento<br />

italiano.<br />

Una noche, mientras Vito estaba cenando con su familia, oyó que golpeaban la<br />

ventana. Esta daba a un respiradero tan estrecho que la ventana de enfrente<br />

quedaba a sólo dos o tres palmos de distancia. Al apartar la cortina, Vito vio<br />

que quien llamaba era un joven llamado Peter Clemenza. El casi desconocido<br />

vecino le alargó un paquete blanco, al tiempo que decía:<br />

– Eh, paesano. Guárdame esto. Date prisa. Automáticamente, Vito tendió el<br />

brazo y tomó el paquete. El rostro de Clemenza denotaba una gran inquietud.<br />

Parecía hallarse en apuros, por lo que Vito no le hizo pregunta alguna. Pero<br />

cuando, en la cocina, abrió el paquete y vio que lo que Clemenza le había<br />

entregado eran cinco pistolas bien engrasadas, corrió a ocultarlas en el

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