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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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Hagen temía lo que pudiese ocurrir en la hora simiente. Pensó en lo que diría y<br />

cómo lo diría. No debía insistir demasiado en su responsabilidad con respecto<br />

a lo ocurrido, pues así sólo conseguiría aumentar la aflicción del Don. Tampoco<br />

debía mostrar demasiado su dolor, para no acrecentar el del anciano. El hecho<br />

de hablar de sus limitaciones como consigliere en tiempos de guerra,<br />

significaría un reproche indirecto a la persona que lo había elegido.<br />

Hagen decidió que lo más oportuno sería dar la noticia al Don y, después de<br />

exponer su opinión sobre lo que debía hacerse, guardar silencio. A partir de<br />

ahí, reaccionaría de acuerdo a como lo hiciera su padre adoptivo Si éste<br />

deseaba que se mostrara avergonzado por su torpeza, así lo haría; si lo<br />

invitaba a mostrarse afligido, daría rienda suelta a la pena que lo embargaba.<br />

Hagen alzó la cabeza al oír el ruido de unos coches que entraban en la finca.<br />

Los caporegimi estaban llegando. Hablaría con ellos antes de subir a ver al<br />

Don. Del mueble bar sacó un vaso y una botella. No tenía ánimos ni para echar<br />

el licor en el vaso. De pronto, oyó el ruido de la puerta al abrirse. Al volver la<br />

cabeza, Hagen vio, completamente vestido por vez primera desde que<br />

atentaron contra él, a Don Corleone.<br />

El Don cruzó la estancia y se sentó en su butaca de cuero. Caminaba con<br />

cierta lentitud y las ropas le venían un poco holgadas, pero a los ojos de Hagen<br />

tenía el mismo aspecto de siempre. Parecía como si con el solo poder de su<br />

férrea voluntad hubiera borrado cualquier vestigio de debilidad física. Su rostro<br />

denotaba la fuerza de siempre. Una vez que se hubo sentado, dijo a Hagen:<br />

– Sírveme un poco de anís.<br />

Tom Hagen sirvió en un vaso un poco de aquel licor casero, mucho más fuerte<br />

que el que vendían en las tiendas, regalo de un amigo que cada año le enviaba<br />

unas cuantas botellas.<br />

– Mi esposa estaba llorando antes de dormirse –prosiguió Don Corleone–.<br />

Desde mi ventana he visto llegar a los caporegimi, y es medianoche. Así, pues,<br />

consigliere, pienso que deberías confesarle a tu Don lo que todo el mundo<br />

sabe.<br />

– A ella no le he dicho nada – musitó Hagen–, y estaba a punto de subir a<br />

despertarlo para comunicarle la noticia.<br />

– Pero primero necesitabas tomar un trago.<br />

– Sí – reconoció Hagen.<br />

– Bien, ya lo has tomado. Ahora dime lo que sea.<br />

En el tono del Don había un ligero reproche a la debilidad de Hagen.<br />

– Han disparado contra Sonny. Ha sido en la carretera. Ha muerto.<br />

Don Corleone parpadeó. Por un instante pareció que su voluntad de hierro iba<br />

a derrumbarse, y en su rostro apareció una mueca de dolor. Pero se recobró<br />

enseguida.

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