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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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– Quiero darles a todos las gracias por haber venido. Considero este hecho<br />

como un favor personal, y por ello quedo en deuda con todos y cada uno de<br />

ustedes. Ante todo, quiero que sepan que no estoy aquí para discutir ni para<br />

convencer, sino para dialogar. Y como hombre razonable que soy, haré cuanto<br />

esté en mi mano para que nos despidamos siendo amigos. Les doy mi palabra<br />

de que así pienso hacerlo, y aquellos de ustedes que me conocen bien, saben<br />

que nunca falto a mi palabra. Ahora, vayamos al grano. Todos nosotros somos<br />

hombres de honor, por lo que no será necesario firmar documento alguno.<br />

Después de todo, no somos abogados.<br />

Hizo una pausa. Ninguno de los otros jefes habló. Algunos fumaban, otros<br />

bebían, pero todos eran hombres que sabían escuchar y que, sin excepción, se<br />

habían negado a aceptar las leyes de la sociedad; eran hombres que no se<br />

dejaban dominar por nadie. Y nadie era capaz de dominarlos, a menos que<br />

ellos se lo permitiesen. Eran hombres que, para mantener su independencia,<br />

llegaban al asesinato de ser necesario. Sólo la muerte podía doblegar su<br />

voluntad. O la razón. Don Corleone suspiró y prosiguió:<br />

– El cómo se ha llegado a esta situación, no importa. Ha sido una locura<br />

pasajera. Han ocurrido cosas que T nunca debieron ocurrir, y por eso las<br />

considero errores innecesarios. Pero dejen que les diga lo que ha ocurrido, tal<br />

como yo lo veo...<br />

Hizo una pausa como para ver si alguien tenía algo que objetar al hecho de<br />

que contara su versión de lo ocurrido<br />

– Ya estoy completamente restablecido, gracias a Dios, y tal vez pueda ayudar<br />

a resolver este asunto a satisfacción de todos. Quizá mi hijo era demasiado<br />

violento, demasiado testarudo; me guardaré mucho de afirmar lo contrario.<br />

Pero esto es otro asunto. Permítanme que les diga que Sollozzo vino a<br />

proponerme un negocio, pidiéndome mi dinero e influencia y diciéndome que la<br />

familia Tattaglia también participaría en el mismo. Era algo relacionado con el<br />

tráfico de drogas, negocio en el que no estoy interesado pues soy un hombre<br />

tranquilo y los narcóticos son algo muy complicado. Así se lo expliqué a<br />

Sollozzo; con todo respeto hacia él y la familia Tattaglia. Le dije “no”, pero<br />

amablemente. Le dije que su negocio y el mío eran distintos, pero no que<br />

tuviese algo que objetar a que se ganara la vida con las drogas. Él lo tomó a<br />

mal, y con ello consiguió llevar la desgracia a nuestras familias. Bien, así es la<br />

vida. Todos podemos contar historias tristes. Yo no pienso hacerlo.<br />

Don Corleone hizo otra pausa, y a una señal suya Hagen le sirvió un refresco.<br />

Bebió un trago y continuó:<br />

– Deseo que haya paz. Tattaglia ha perdido un hijo, y yo también. Así pues,<br />

estamos igualados. ¿Qué ocurriría si la gente no olvidara sus agravios y<br />

rencores? Esa, precisamente, ha sido la cruz de Sicilia, donde los hombres<br />

están tan ocupados en sus vendette que no tienen tiempo de ganar el sustento<br />

para sus hijos. Es una locura. Así, pues, propongo que dejemos que las cosas<br />

sigan como antes. Nada he hecho para descubrir a quienes traicionaron y a<br />

quienes mataron a mi hijo. Si hay paz, 477 no lo haré. Tengo un hijo que no<br />

puede regresar a casa, y debo recibir garantías de que cuando vuelva no<br />

correrá peligro de que las autoridades lo detengan. Una vez que hayamos

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