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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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Estuvieron charlando durante un rato. Neri siempre había sido un hombre<br />

taciturno, pero con Michael Corleone no pudo evitar hablar por los codos. Y<br />

aunque Michael sólo tenía cinco años más que él, el ex policía se comportó<br />

como si la diferencia fuese mucho mayor y Michael tuviera edad suficiente para<br />

ser su padre.<br />

Finalmente, Michael expuso:<br />

– Sacarlo de la cárcel para luego dejarlo desamparado no tendría sentido.<br />

Puedo proporcionarle trabajo. Tengo intereses en Las Vegas, y pienso que un<br />

hombre de su experiencia sería ideal para el puesto de encargado de la<br />

seguridad de un hotel. Y, suponiendo que tenga usted intención de montar<br />

algún negocio, puedo conseguir que los bancos le presten dinero con toda<br />

clase de facilidades.<br />

Neri se sentía tan agradecido que no sabía cómo demostrarlo. Orgullosamente,<br />

declinó la oferta de Michael y dijo:<br />

– La sentencia ha sido suspendida, pero debo permanecer bajo la jurisdicción<br />

del tribunal.<br />

Michael replicó, en tono áspero:<br />

– Esos detalles carecen de importancia. Puedo arreglarlo. Olvídese de la<br />

sentencia y del tribunal. También puedo hacer limpiar la hoja amarilla para que<br />

los bancos no encuentren nada desfavorable.<br />

La “hoja amarilla” era un registro policíaco de los delitos de sangre cometidos<br />

por cualquier persona. Dicha hoja se entregaba al juez cuando éste<br />

consideraba la clase de pena a imponer a un criminal convicto.<br />

Neri había estado en el cuerpo de policía el tiempo suficiente para observar<br />

que, en ciertos casos, la sentencia contra un delincuente era inesperadamente<br />

benigna, porque la policía había entregado al juez una hoja amarilla<br />

sorprendentemente limpia. Por ello, no le pareció descabellado que Michael<br />

pudiera hacer limpiar la suya. Lo que sí le sorprendió, en cambio, fue que se<br />

ofreciera a hacerlo.<br />

– Si necesito ayuda, se la pediré, se lo prometo –dijo Neri.<br />

– Bien, bien –contestó Michael. Cuando su interlocutor consultó el reloj de<br />

pulsera, Neri pensó que era una forma de hacerle saber que debería<br />

marcharse. En consecuencia, se levantó. Pero se llevó una nueva sorpresa.<br />

– Es la hora de comer –dijo Michael–. Me gustaría que compartiera nuestra<br />

mesa. Mi padre desea conocerlo. Podemos ir andando hasta su casa... Mi<br />

madre habrá preparado pimientos fritos, huevos y salchichas; una comida<br />

típicamente siciliana.<br />

Para recordar una tarde tan agradable como la que pasó con los Corleone,<br />

Albert Neri tuvo que remontarse a los días de su infancia anteriores a la muerte<br />

de sus padres, ocurrida cuando él sólo contaba quince años.

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