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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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de noche. No me gusta pensar que estás solo en casa. ¿No te atormenta la<br />

soledad?<br />

– No paso mucho tiempo en casa –alegó él.<br />

Virginia se rió.<br />

– Entonces no has cambiado mucho.<br />

– Virginia guardó un breve silencio y prosiguió–: Voy a preparar la habitación.<br />

– ¿Por qué no puedo dormir en la tuya?<br />

Ginny se sonrojó.<br />

– Porque no –replicó con una sonrisa.<br />

Él le devolvió la sonrisa. Seguían siendo amigos.<br />

A la mañana siguiente, Johnny se despertó tarde. El sol entraba a raudales a<br />

través de las persianas. Debía de ser más de mediodía.<br />

– ¡Eh, Ginny! ¿Podría tomar aquí el desayuno? –gritó.<br />

– Un momento, Johnny –contestó ella, desde lejos.<br />

Y fue sólo cuestión de un segundo. Seguramente lo tenía ya todo a punto, pues<br />

aún no había acabado de encender el primer cigarrillo del día, cuando se abrió<br />

la puerta del dormitorio y entraron sus dos hijas con el carrito de la comida.<br />

Eran tan hermosas que Johnny se emocionó. Sus rostros eran bonitos e<br />

inocentes, y en sus ojos se leía el deseo de abrazar a su padre. Llevaban el<br />

pelo recogido en una coleta, unos vestidos algo pasados de moda y unos<br />

zapatos blancos de cuero. Estaban de pie junto al carrito, mirándolo fijamente,<br />

mientras él aplastaba el cigarrillo en el cenicero. A un gesto de su padre, las<br />

niñas corrieron a abrazarlo. Apretó las mejillas de las niñas contra las suyas, y<br />

ellas se echaron a reír, pues la barba de su padre les hacía cosquillas. Ginny<br />

entró en la habitación y acercó el carrito al lecho, para que Johnny pudiera<br />

desayunar sin tener que levantarse. Se sentó en el borde de la cama, se sirvió<br />

café y empezó a untar el pan con mantequilla. Las dos niñas, sentadas junto a<br />

él, le miraban cariñosamente. Ya eran demasiado mayorcitas para jugar con su<br />

padre encima de la cama. Johnny pensó con tristeza que pronto serían<br />

mayores, que no tardarían en ser presa codiciada por los donjuanes de<br />

Hollywood.<br />

Compartió el desayuno con ellas, y también el café. Era una costumbre ya<br />

antigua, de su época de cantante de orquesta, cuando raramente podía comer<br />

con su familia. En aquel entonces, las raras veces en que Johnny estaba en<br />

casa para desayunar por la tarde o cenar por la mañana, su esposa e hijas<br />

comían del mismo plato que él. El cambio de comidas gustaba a las niñas, que<br />

así se saltaban la rutina alimenticia. Les resultaba muy gracioso comer chuletas<br />

de ternera a las siete de la mañana o huevos con jamón por la tarde.

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