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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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Aquel último día en Nueva York, Kay Adams Corleone se levantó al alba. Podía<br />

oír el ruido de los camiones que, ya fuera de la finca, se llevaban los muebles<br />

de todas las casas. Por la tarde, todos, incluida Mamá Corleone, regresarían en<br />

avión a Las Vegas. o Cuando Kay salió del cuarto de baño, encontró a Michael<br />

sentado en la cama fumando un cigarrillo.<br />

– ¿A santo de qué tienes que ir a la iglesia todas las mañanas? –le preguntó–.<br />

No me importa que vayas los domingos, pero ¿por qué incluso los días<br />

laborables?<br />

Kay se sentó en el borde de la cama para ponerse las medias, y repuso:<br />

– Ya sabes cómo son los católicos conversos. Se lo toman mucho más en<br />

serio.<br />

Michael tendió el brazo hasta tocar los muslos de su esposa, más arriba de<br />

donde terminaban las medias.<br />

– No me toques, Michael. Esta mañana voy a tomar la comunión.<br />

Michael hizo caso y no trató de retenerla cuando se puso en pie. Esbozando<br />

una sonrisa, le dijo:<br />

– Si eres una católica tan perfecta ¿por qué dejas que los niños vayan tan poco<br />

a la iglesia?<br />

Kay se sentía molesta. Su marido la estaba juzgando como haría un Don.<br />

– Tendrán tiempo de sobra cuando lleguemos a casa –respondió–. En Las<br />

Vegas los obligaré a ir más a menudo.<br />

Antes de salir, Kay dio un beso a su marido. Fuera, el sol ya calentaba<br />

bastante. Kay se dirigió hacia su coche, aparcado cerca de la puerta de la<br />

finca. Mamá Corleone, vestida completamente de negro, ya estaba dentro del<br />

automóvil, esperando a su nuera. Para ellas, la asistencia diaria a la iglesia se<br />

había convertido en una rutina.<br />

Kay besó la arrugada mejilla de la anciana y luego se acomodó en el interior<br />

del vehículo. Mamá Corleone le preguntó:<br />

– ¿Has desayunado?<br />

– No –contestó Kay.<br />

La anciana inclinó la cabeza en señal de aprobación. En una ocasión Kay se<br />

había olvidado de no tomar alimentos antes de recibir la comunión. De eso<br />

hacía mucho tiempo, pero Mamá Corleone nunca lo había olvidado; por eso no<br />

se fiaba, siempre interrogaba a su nuera.<br />

– ¿Te sientes bien? –quiso saber.<br />

– Sí –repuso Kay.<br />

Aquella mañana soleada la pequeña iglesia estaba prácticamente vacía. Las<br />

policromadas vidrieras evitaban que el calor entrara en el templo, donde la

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