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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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después de pensarlo mejor, decidió que aquella noche se limitaría a escuchar<br />

la proposición y a informar al Padrino, a Don Corleone.<br />

Emprendió el camino hacia el club, pero no volvió a beber. Pasó por la Calle<br />

Cuarenta y ocho, donde estaba su restaurante italiano favorito, el Patsy's, y<br />

cenó tranquilamente, a pesar de lo insólito de la hora. Luego, viendo que se<br />

acercaba la hora de la entrevista, se marchó hacia el club. Cuando llegó, el<br />

portero ya no estaba, ni tampoco la chica del guardarropa. Sólo Bruno Tattaglia<br />

le esperaba. Lo condujo hasta la desierta barra del otro lado del salón. Luca vio<br />

ante él las desiertas mesitas colocadas alrededor de la reluciente pista de baile<br />

que brillaba como un diamante, y, entre las sombras, el estrado de los músicos<br />

y el esqueleto metálico de un micrófono.<br />

Luca se sentó frente a la barra y Bruno fue a situarse detrás, en el lugar de los<br />

camareros. Luca rechazó una copa que le ofreció y encendió un cigarrillo. Era<br />

posible que no se tratara del Turco, sino de alguna otra persona. Pero luego<br />

por entre las sombras de la estancia, vio aparecer a Sollozzo en persona.<br />

Sollozzo le estrechó la mano y se sentó en un taburete, a su lado. Tattaglia<br />

puso un vaso delante del recién llegado, quien le dio las gracias.<br />

– ¿Sabe usted quién soy? –preguntó Sollozzo.<br />

Luca asintió con un gesto y le dirigió una sonrisa astuta. Las ratas iban saliendo<br />

de su agujero. Sería un gran placer ocuparse de ese siciliano renegado.<br />

– ¿Sabe usted lo que voy a pedirle? –preguntó Sollozzo.<br />

Luca negó con la cabeza.<br />

– Hay un gran negocio en perspectiva –explicó Sollozzo–. Habrá millones para<br />

todos los que intervengan desde un puesto elevado. Hablando solamente del<br />

primer embarque, puedo garantizarle a usted cincuenta mil dólares. Estoy<br />

hablando de drogas, el gran negocio del futuro.<br />

– ¿Por qué acude usted a mí? –preguntó Luca–. ¿Pretende que se lo cuente a<br />

mi Don?<br />

– Ya le he hablado yo –respondió Sollozzo con una mueca–, y no quiere saber<br />

nada del asunto. Muy bien, puedo hacerlo sin él. Pero necesito a un hombre<br />

fuerte, a alguien que pueda proteger físicamente la operación. Como sé que no<br />

está usted satisfecho con su Familia, he pensado que podría interesarle el<br />

cambio.<br />

Luca fingió ciertas dudas.<br />

– Si la oferta es lo bastante buena...<br />

Sollozzo, que había estado observándolo atentamente, pareció haber llegado a<br />

una decisión firme.<br />

– Le doy unos cuantos días para que estudie mi oferta; luego volveremos a<br />

vernos –dijo.

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