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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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– Maldita zorra, limpia esto enseguida o te la cargas –gritó Carlo, amenazador.<br />

– Ni lo sueñes –replicó Connie, y levantó las manos como si se dispusiera a<br />

arañar de nuevo a su esposo.<br />

Carlo se fue al dormitorio, y momentos después regresó con el cinturón en la<br />

mano.<br />

– Límpialo –ordenó.<br />

Connie no se movió. Entonces Carlo la azotó con el cinturón en las redondas<br />

caderas, pero no le hizo daño. Rápidamente, ella abrió uno de los cajones de la<br />

cocina y sacó un cuchillo. Carlo se echó a reír.<br />

– En la familia Corleone hasta las mujeres sois asesinas –dijo. Dejó el cinturón<br />

encima de la mesa y avanzó hacia su esposa. Esta trató de clavarle el cuchillo<br />

en la ingle, pero su avanzado estado de gestación hizo que su embestida fuera<br />

demasiado lenta, por lo que a él no le fue difícil eludir el ataque. La desarmó<br />

fácilmente y empezó a golpearle la cara, procurando que sus golpes no<br />

produjeran cortes en la piel. La golpeó una y otra vez, mientras Connie,<br />

andando hacia atrás, intentaba escapar. La siguió hasta el dormitorio. Cuando<br />

ella le tomó la mano con la que le pegaba, Carlo asió sus cabellos con la otra<br />

para mantenerle la cabeza alta y continuó abofeteándola hasta que se echó a<br />

llorar como una niña, a causa del dolor y la humillación. Con gesto de desdén,<br />

Carlo la arrojó sobre la cama de un empujón. Luego bebió un trago de whisky<br />

directamente de la botella, que estaba sobre la mesilla de noche. Parecía<br />

completamente borracho, los ojos le brillaban de un modo extraño. Connie<br />

empezó a asustarse de veras.<br />

Carlo bebió otro largo trago. Con la mano libre pellizcó a Connie en el muslo,<br />

apretando con fuerza hasta que ella, llorando, le rogó que dejara de hacerle<br />

daño.<br />

– Estás más gorda que un cerdo – masculló Carlo con expresión de asco,<br />

mientras salía de la habitación.<br />

Cada vez más asustada, Connie permaneció en la cama, pues no se atrevía a<br />

ir a ver qué hacía su marido en la otra habitación. Finalmente, se levantó y se<br />

asomó a la sala de estar. Carlo había abierto otra botella de whisky y se<br />

hallaba tendido en el sofá. No tardaría en quedarse dormido a causa de la<br />

borrachera, pensó Connie. Entonces podría telefonear a Long Beach y pedir a<br />

su madre que enviara a alguien a buscarla. Esperaba que no fuese Sonny<br />

quien se pusiera al aparato; prefería hablar con su madre o con Tom Hagen.<br />

Eran casi las diez de la noche cuando sonó el teléfono de la cocina del<br />

domicilio de Don Corleone. Contestó uno de los guardaespaldas del Don,<br />

quien, obedientemente, pasó la comunicación a la madre de Connie. Pero la<br />

señora Corleone, que contestó desde la cocina, apenas si pudo entender nada<br />

de lo que su hija le decía, pues la joven estaba histérica e intentaba hablar en<br />

voz baja para que su marido no la oyera desde la otra habitación. Además,<br />

tenía los labios hinchados a causa de los golpes, lo que hacía que su voz fuera<br />

aún más ininteligible. La señora Corleone hizo una señal al guardaespaldas de<br />

que llamara a Sonny, que se encontraba en la sala de estar con Tom Hagen.

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