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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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19<br />

Quizá fue lo desesperado de la situación lo que impulsó a Sonny Corleone a<br />

embarcarse en la sangrienta acción de desgaste que terminó en su propia<br />

muerte. Quizá la culpa la tuvo su naturaleza violenta. Lo cierto es que durante<br />

aquella primavera y aquel verano emprendió una serie de acciones absurdas<br />

contra elementos de tercera o cuarta fila de las bandas rivales. En Harlem,<br />

varios proxenetas a sueldo de los Tattaglia resultaron asesinados, y la misma<br />

suerte corrieron algunos matones infiltrados en el sindicato de obreros<br />

portuarios. Los jefes de las organizaciones sindicales que estaban del lado de<br />

las Cinco Familias fueron conminados a permanecer neutrales, y cuando los<br />

corredores de apuestas y los usureros de la familia Corleone fueron barridos de<br />

la zona portuaria, Sonny envió a Clemenza y su “regime” a efectuar una batida<br />

mortal en los muelles.<br />

Esa matanza carecía de sentido, porque en nada podía influir en el resultado<br />

de la guerra. Sonny era un táctico brillante, que conseguía brillantes triunfos.<br />

Pero lo que la Familia necesitaba era el genio estratégico de Don Corleone. El<br />

asunto degeneró en una sangrienta guerra de guerrillas, extremadamente<br />

costosa para todos y que nada decidía. Finalmente, la familia Corleone se vio<br />

obligada a cerrar algunos de los más productivos centros clandestinos de<br />

apuestas, entre ellos el de Carlo Rizzi. Éste se dio a la bebida y a las mujeres<br />

de vida alegre, y Connie era la que pagaba las consecuencias. De todos<br />

modos, desde la paliza que le había propinado Sonny Corleone, Carlo no se<br />

había atrevido a pegar a su esposa, aunque no dormía con ella. Connie le<br />

había rogado de todas las formas posibles que reanudaran su vida normal,<br />

pero él no se había dignado prestar oídos a sus súplicas.<br />

– Ve y dile a tu hermano que no quiero follar contigo – le espetó, burlón–. Tal<br />

vez consiga ponerme cachondo a puñetazos.<br />

Carlo tenía mucho miedo de Sonny, aun cuando ambos se trataban con<br />

distante cortesía. Sabía que su cuñado era capaz de asesinarlo, igual que a<br />

cualquier hombre, con una frialdad pasmosa, mientras que él se sentía incapaz<br />

de matar a nadie. Sin embargo, a Carlo Rizzi no se le ocurría pensar que era<br />

mejor que Sonny Corleone. En realidad, envidiaba la salvaje naturaleza de<br />

éste, cuya crueldad se estaba convirtiendo en legendaria.<br />

Tom Hagen, en su calidad de consigliere, no se mostraba de acuerdo con la<br />

táctica de Sonny, pero no se lo mencionó al Don, pues veía que los resultados<br />

eran, hasta cierto punto, buenos. Finalmente, las Cinco Familias parecieron<br />

acobardarse; sus contragolpes se hicieron más débiles, hasta que, por fin,<br />

cesaron por completo. Al principio, Hagen desconfió de aquella victoria<br />

aparente, pero Sonny estaba radiante de alegría.<br />

– Esos hijos de puta se arrastrarán a nuestros pies, Tom. Ya lo verás.<br />

Sonny estaba preocupado por cosas muy distintas. Su esposa estaba<br />

amargándole la vida, pues había oído que Lucy Mancini se entendía con él, y<br />

aunque seguía bromeando con sus amigas acerca de la capacidad amatoria de<br />

su esposo, le disgustaba que pasara tantos días sin tocarla. A causa de ello

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