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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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– Jules, querido, no seas tan brusco, te lo ruego – susurró Lucy.<br />

Jules se puso de pie.<br />

– ¿Piensa que ésta es la primera vez que he tenido que hablar así? –dijo, y<br />

Johnny Fontane comprobó, satisfecho, que su voz ya no sonaba fría–. Años<br />

atrás, lo hacía a diario. Lucy me pide que no sea tan brusco, pero no sabe lo<br />

que dice. Antes, cuando estaba en la Costa Este, solía advertir a la gente: “No<br />

coma tanto, o morirá; no fume tanto, o morirá; no trabaje tanto, o morirá; no<br />

beba tanto, o morirá”. Pero nadie hace caso de nadie. ¿Y sabe usted por qué?<br />

Porque no se les dice: “Morirá usted mañana”. Pues bien, le aseguro que Nino<br />

puede muy bien morir mañana.<br />

Se acercó al bar para servirse otra copa, y volviéndose hacia Johnny, le<br />

preguntó:<br />

– ¿Va usted a internar a Nino?<br />

– No lo sé.<br />

Jules volvió a llenar su copa.<br />

– Es gracioso; uno puede fumar hasta morirse, puede beber hasta morirse,<br />

puede trabajar o comer hasta morirse... y todo eso es aceptable. De lo único<br />

que uno no puede morir, médicamente hablando, es de hacer en exceso el<br />

amor. Y, sin embargo, a eso es a lo que la sociedad pone todos los obstáculos.<br />

En el caso de las mujeres, la cosa cambia, naturalmente. A veces, le decía a<br />

una mujer que no le convenía tener más hijos. “Es peligroso, podría usted<br />

morir.” Pues bien, pasado un mes, la mujer acudía a mi consulta y anunciaba:<br />

“Creo que estoy embarazada, doctor”.<br />

Después de llamar a la puerta, entraron dos camareros empujando un carrito<br />

con bocadillos y café. Una vez que se hubieron marchado, Johnny, Jules y<br />

Lucy se sentaron a la mesa, comieron y tomaron el café. Johnny encendió un<br />

cigarrillo y dijo a Jules:<br />

– Así que es usted un salvador de vidas. ¿Y por qué, entonces, se dedicó a<br />

practicar abortos?<br />

– Quería ayudar a las muchachas que estaban en apuros – intervino Lucy–,<br />

que hubieran podido suicidarse o hacer algo peligroso para deshacerse del hijo<br />

que llevaban en las entrañas.<br />

Jules miró a Lucy con una sonrisa y dijo:<br />

– No es tan sencillo. Finalmente me convertí en cirujano. Tengo buenas manos,<br />

muy buenas, de hecho, pero era demasiado compasivo, demasiado humano.<br />

Abría el vientre de un pobre diablo y sabía que éste iba a morir; operaba un<br />

cáncer y sabía que el mal reaparecería un tiempo después. Era terrible. Venía<br />

una mujer y tenía que extirpar un pecho; un año después la mujer volvía, y le<br />

extirpaba el otro; unos meses más tarde, eran los ovarios lo que tenía que<br />

extirparle. Luego, por fin, la mujer moría. Y mientras, los maridos preguntaban:<br />

“¿Qué dicen los análisis, doctor?”. Llegó el momento en que empleé a una<br />

nueva secretaria con el único objeto de que contestara a tales preguntas. A los

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