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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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llamarle. Él, Amerigo Bonasera, daría la vida, si preciso fuera, por el bendito<br />

Padrino.<br />

El Daily News había publicado una fotografía de Jerry Wagner y Kevin Moonan<br />

tendidos en la calle. La foto había sido expertamente arreglada para que todo<br />

pareciera aún más horrible de lo que había sido en realidad. Los cuerpos de los<br />

dos muchachos semejaban sendas masas informes de carne. Milagrosamente,<br />

decía el News, habían salvado la vida, pero en el mejor de los casos tendrían<br />

que pasar varios meses en el hospital, eso sin contar con que la cirugía plástica<br />

tendría que obrar milagros en sus rostros. Hagen escribió una nota para<br />

Clemenza, comunicándole que convenía felicitar a Paulie Gatto. Parecía<br />

conocer su trabajo.<br />

Hagen trabajó con rapidez y eficacia durante las tres horas siguientes,<br />

redactando informes sobre los beneficios de la compañía inmobiliaria del Don,<br />

de su negocio de importación de aceite de oliva y de su empresa constructora.<br />

Ninguno de los tres negocios marchaba muy bien, pero terminada la guerra,<br />

serían muy rentables. Casi había olvidado el problema de Johnny Fontane,<br />

cuando su secretario le anunció una llamada telefónica desde California. Sabía<br />

quién estaba al otro extremo del hilo.<br />

– Al habla Hagen –dijo.<br />

La voz que llegó a través del teléfono resultó casi irreconocible para Hagen,<br />

tanto era el odio que trasuntaba.<br />

– ¡Maldito hijo de puta! –gritó Woltz–. ¡Haré que os metan a todos en la cárcel!<br />

¡Cien años vais a estar allí! ¡Si es preciso, me gastaré hasta el último centavo<br />

para destruiros! ¡Y a ese Johnny Fontane le voy a cortar los cojones! ¿Me<br />

oyes, cerdo asqueroso?<br />

Hagen se limitó a decir, suavemente y con amabilidad:<br />

– Soy irlandés.<br />

Se produjo una larga pausa, que terminó con el clic producido por el auricular al<br />

ser colgado. Hagen sonrió. Woltz no había proferido ni una sola amenaza<br />

contra Don Corleone. El genio tenía su premio.<br />

Jack Woltz dormía siempre solo. Tenía una cama lo bastante grande para diez<br />

personas y un dormitorio tan espacioso como una sala de baile, pero había<br />

dormido solo desde la muerte de su primera esposa, acaecida diez años antes.<br />

Eso no significaba que no tuviera relaciones con mujeres, pues a pesar de sus<br />

años seguía manteniendo un gran vigor físico. Sin embargo, lo único que le<br />

estimulaba era el contacto con muchachas muy jóvenes, y además había<br />

aprendido que su cuerpo y su paciencia solamente toleraban unas pocas<br />

horas, al atardecer.<br />

Aquel jueves por la mañana, extrañamente, Woltz se había despertado muy<br />

temprano. La luz del amanecer daba a su enorme dormitorio el aspecto de una<br />

brumosa pradera. Al pie de la cama había una figura muy familiar, y Woltz se<br />

esforzó por distinguirla mejor. Era una cabeza de caballo. Todavía medio<br />

dormido, Woltz encendió la lámpara de la mesita de noche... y lo que vio le

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