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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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encargaban de resolver el problema: pegaban fuego a los almacenes o<br />

volcaban los camiones cargados de latas de aceite. Un milanés loco y<br />

arrogante, con más fe en la policía que un santo en Jesucristo, fue a las<br />

autoridades para presentar una queja contra sus compatriotas, infringiendo la<br />

milenaria ley de la amena. Pues bien, antes de que las cosas pasaran a<br />

mayores, el mayorista milanés desapareció, sin que nunca volviera a verle<br />

nadie, dejando esposa y tres hijos, gracias a Dios ya mayores. Ellos pudieron<br />

continuar el negocio de su padre, previo acuerdo con la Genco Pura Oil<br />

Company.<br />

Pero los grandes hombres no nacen, sino que se hacen, y eso fue lo que<br />

sucedió en el caso de Vito Corleone. Cuando llegó la Prohibición, Vito Corleone<br />

dio el paso decisivo que habría de permitirle dejar de ser un comerciante, poco<br />

escrupuloso pero un simple comerciante al fin y al cabo, para convertirse en un<br />

gran Don de los negocios ilegales. Esto no ocurrió en un día, ni en un año, pero<br />

al terminar la Prohibición, al comienzo de la Gran Depresión, Vito Corleone ya<br />

era el Padrino, el Don, Don Corleone.<br />

Todo comenzó de forma casi casual. La Genco Pura Oil Company tenía una<br />

flota de seis camiones de reparto. A través de Clemenza, Vito Corleone entró<br />

en contacto con un grupo de contrabandistas italianos que pasaban alcohol y<br />

whisky desde el Canadá y necesitaban camiones y repartidores para la ciudad<br />

de Nueva York. También necesitaban hombres de confianza, discretos y<br />

valerosos, y estaban dispuestos a pagar bien. Tan enorme era la suma, que<br />

Vito Corleone redujo drásticamente el volumen de sus negocios de aceite de<br />

oliva para dedicar los camiones al servicio casi exclusivo de los<br />

contrabandistas, y ello a pesar de que éstos habían hecho su oferta con<br />

veladas amenazas. Pero ya entonces Vito Corleone era un hombre a quien no<br />

ofendían las amenazas; sólo le interesaba el beneficio que pudiera obtener.<br />

Desde el principio tuvo una pobre opinión de sus nuevos socios, precisamente<br />

porque consideraba estúpido mostrarse intimidatorio cuando no existía la<br />

menor necesidad de hacerlo. A pesar de no irritarle, no olvidaba las amenazas.<br />

Ya llegaría el momento de pasar cuentas.<br />

Siguió prosperando, y, lo que era más importante aún, adquirió sabiduría,<br />

relaciones, experiencia y muchas amistades. Posteriormente se demostró que<br />

Vito Corleone no era sólo un hombre de talento, sino que, a su modo, era<br />

también un genio.<br />

Se convirtió en protector de las familias italianas que habían instalado tabernas<br />

clandestinas en sus hogares, donde vendían whisky a los trabajadores solteros,<br />

a quince centavos el vaso. Fue padrino de confirmación del hijo menor de la<br />

signara Colombo, y le regaló una moneda de oro de veinte dólares. Y además,<br />

cimentó su exagerado concepto de la amistad: cuando, dado que era inevitable<br />

que alguno de los camiones fuera detenido por la policía, Genco Abbandando<br />

contrató los servicios de un abogado muy bien relacionado en el Departamento<br />

de Policía y los juzgados, Vito Corleone hizo confeccionar una lista, que crecía<br />

sin cesar, de funcionarios estatales que mensualmente recibían una<br />

gratificación de parte de la organización. Un día que el abogado trató de reducir<br />

la lista, alegando que las sumas a pagar eran enormes, Vito le dijo:

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