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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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En la sala de estar, Tom le sirvió una copa. Kay había visto a un par de<br />

hombres dando vueltas por la casa, pero ninguno de ellos era Sonny. Decidida<br />

a ir directamente al grano, preguntó a Tom Hagen:<br />

– ¿Sabe usted dónde está Mike? ¿Sabe dónde puedo encontrarle?<br />

– Sabemos que está bien, pero no dónde se encuentra. Cuando se enteró de<br />

que aquel capitán había sido asesinado, tuvo miedo de que lo acusaran. Por<br />

eso decidió desaparecer. Me dijo que volvería dentro de unos meses.<br />

Tom Hagen mentía, pensó Kay, y no intentaba disimularlo.<br />

– ¿Es cierto que el capitán le rompió la mandíbula?<br />

– Me temo que sí. Pero Mike nunca ha sido vengativo. Estoy convencido de<br />

que eso nada tuvo que ver con lo sucedido.<br />

Kay abrió su bolso y sacó una carta.<br />

– ¿Quiere entregársela a Mike, si se pone en contacto con usted?<br />

Hagen sacudió la cabeza.<br />

– Si yo aceptara esta carta y usted se lo dijera a un tribunal, éste quizá<br />

supusiera que sé dónde se encuentra. ¿Por qué no tiene usted un poco de<br />

paciencia? Estoy seguro de que Mike no tardará en dar señales de vida.<br />

Kay terminó su bebida y se levantó, dispuesta a marcharse. Hagen la<br />

acompañó hasta la puerta y, cuando estaba a punto de abrirla, entró una mujer<br />

de baja estatura, vestida de negro. Kay la reconoció de inmediato. Era la madre<br />

de Michael.<br />

– ¿Cómo está usted, señora Corleone? –dijo Kay, estrechándole la mano.<br />

Los pequeños ojos negros de la mujer se clavaron en ella como dardos. Fue<br />

sólo por un breve instante. Luego, en aquella cara arrugada y amarillenta<br />

apareció una sonrisa, leve pero amistosa.<br />

– Tú eres la amiga de Mike ¿verdad?<br />

La señora Corleone hablaba con un acento italiano tan fuerte que a Kay le<br />

resultaba difícil entender sus palabras.<br />

– ¿Comes algo? –preguntó la madre de Mike. Kay negó con la cabeza, para<br />

dar a entender que no quería comer nada, pero la señora Corleone se volvió<br />

hacia Tom Hagen, airada, y le gritó algo en italiano, terminando con estas<br />

palabras en inglés:<br />

– Ni siquiera has ofrecido café a esta pobre muchacha. ¡Eres una “disgrazia”!<br />

Tomó a Kay de la mano, y la condujo a la cocina. La mano de la señora<br />

Corleone era sorprendentemente cálida y enérgica.<br />

– Toma café y come algo. Luego haré que te acompañen a tu casa. No quiero<br />

que una muchacha tan bonita como tú vaya en tren.

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