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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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– Cuando estemos casados ¿me pegarás y me regalarás luego una estrella<br />

para que te perdone? –preguntó Kay, mimosa.<br />

– Voy a ser profesor de matemáticas –contestó Mike, riendo–. ¿Quieres comer<br />

algo antes de volver al hotel?<br />

Kay hizo un gesto negativo, a la vez que le dirigía una mirada cargada de<br />

intención. Michael se sentía admirado por el hecho de que la muchacha<br />

estuviera siempre dispuesta a hacer el amor. Se pararon un momento y en la<br />

fría calle se besaron apasionadamente. Michael, sin embargo, tenía hambre,<br />

por lo que decidió encargar que le subieran un par de bocadillos a la<br />

habitación. En el vestíbulo del hotel, Michael dijo a Kay:<br />

– Compra algunos periódicos, mientras voy a buscar la llave.<br />

Tuvo que esperar un rato en recepción, pues aunque la guerra ya había<br />

terminado, el hotel andaba todavía escaso de servicio. Cuando tuvo la llave en<br />

sus manos, Kay estaba aún en el puesto de periódicos. Tenía la vista fija en<br />

una de sus páginas. Michael se acercó a ella. Kay le miró con los ojos llenos de<br />

lágrimas.<br />

– ¡Oh, Mike! –exclamó, sollozando. El joven tomó el periódico. Lo primero que<br />

vio fue una fotografía de su padre caído en la calle, rodeado de un charco de<br />

sangre. Cerca de él se veía a un hombre llorando. Era su hermano Freddie.<br />

Michael Corleone sintió que un frío glacial se apoderaba de todo su cuerpo. No<br />

sentía aflicción ni temor, sólo una rabia fría.<br />

– Sube a la habitación –ordenó a Kay. Pero tuvo que tomarla del brazo y<br />

acompañarla. Caminaban en silencio. Una vez en la habitación, Michael se<br />

sentó en la cama y abrió el periódico. Los titulares rezaban: “Disparos contra<br />

Vito Corleone. Uno de los reyes del crimen ha sido gravemente herido. Se le ha<br />

operado bajo fuerte escolta policíaca. Se teme un sangriento ajuste de cuentas<br />

entre bandas rivales”.<br />

Michael sintió que las piernas se negaban a sostenerle.<br />

– No ha muerto. Esos cerdos no han podido con él –dijo a Kay.<br />

Volvió a leer el periódico. El atentado había ocurrido a las cinco de la tarde.<br />

Eso significaba que mientras él había estado haciendo el amor, cenando y<br />

disfrutando de un divertido espectáculo, su padre había estado debatiéndose<br />

entre la vida y la muerte. Michael se sintió profundamente culpable.<br />

– ¿Crees que debemos ir enseguida al hospital? –preguntó Kay.<br />

– Deja que llame primero a casa. Los que han disparado contra mi padre deben<br />

de estar locos, y ahora que saben que el viejo sigue con vida, seguramente<br />

estarán desesperados. ¿Quién sabe lo que va a ocurrir ahora?<br />

Los dos teléfonos de la mansión de Long Beach comunicaban continuamente,<br />

por lo que Michael tuvo que esperar veinte minutos antes de conseguir línea.<br />

– ¿Sí? –oyó Michael, y reconoció la voz de Sonny.

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