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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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4<br />

Cuando Michael Corleone llegó a la casa de su padre en Long Beach, se<br />

encontró con que la angosta entrada a la alameda estaba interceptada por una<br />

cadena. Los potentes reflectores instalados en lo alto de las ocho casas<br />

iluminaban la explanada, y por lo menos había diez automóviles aparcados allí<br />

en medio.<br />

Observó que dos hombres a los que no conocía estaban apoyados en la<br />

cadena.<br />

– ¿Quién es usted? –le preguntó uno de ellos, con acento de Brooklyn.<br />

Se identificó. De la casa más próxima salió otro hombre.<br />

– Es el hijo del Don –dijo éste–. Lo acompañaré dentro.<br />

Mike siguió al desconocido hasta el interior de la casa de su padre, donde otros<br />

dos hombres montaban guardia.<br />

La casa parecía llena de desconocidos. Cuando llegó al salón vio a la esposa<br />

de Tom Hagen, Theresa, sentada en un sofá y fumando un cigarrillo. En una<br />

mesita frente a ella había un vaso de whisky. Junto a ella estaba el corpulento<br />

“caporegime” Clemenza, cuyo rostro permanecía impasible. Sin embargo,<br />

sudaba profusamente, y el cigarrillo que sostenía entre los dedos se veía casi<br />

deformado.<br />

Clemenza se levantó para estrechar la mano de Michael.<br />

– Tu madre está en el hospital con tu padre –murmuró tristemente–. Todo irá<br />

bien, no te preocupes.<br />

Paulie Gatto se levantó también para darle la mano. Michael le miró con<br />

curiosidad. Sabía que era guardaespaldas de su padre, pero ignoraba que<br />

aquel día se había quedado en casa, enfermo. En la delgada cara del hombre<br />

se adivinaba cierta tensión. Gatto era un hombre muy rápido y consciente de<br />

sus obligaciones, aunque ese día no había sabido cumplir con su deber. En la<br />

estancia estaban otros hombres, que Michael no reconoció. Desde luego, no<br />

eran hombres de Clemenza. No había que esforzarse mucho para comprender<br />

que Clemenza y Gatto eran sospechosos. Convencido de que Paulie había<br />

estado en el escenario del atentado, Mike preguntó al joven con cara de hurón:<br />

– ¿Cómo está Freddie?<br />

– El médico le ha administrado un calmante –respondió Clemenza–. Ahora está<br />

durmiendo.<br />

Michael se acercó a la esposa de Hagen y se indinó para darle un beso en la<br />

mejilla. Siempre habían simpatizado.<br />

– No te preocupes –la tranquilizó–. Seguro que Tom está perfectamente. ¿Has<br />

hablado ya con Sonny?

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