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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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en el almacén vacío, lo atravesó y subió por la escalera de incendios en<br />

dirección al terrado. Desde allí echó un vistazo a la calle, y vio que el cuerpo de<br />

Fanucci yacía ante la puerta del edificio. No se veía a nadie más. Se habían<br />

abierto dos ventanas, y Vito vio la silueta de unas cabezas que se asomaban;<br />

pero así como él no podía ver sus facciones, tampoco los demás podrían ver<br />

las suyas. Y seguro que aquella gente no avisaría a la policía. Fanucci estaría<br />

allí hasta la mañana siguiente, salvo que pasara algún agente de la ley.<br />

Ninguno de los habitantes de la casa se expondría voluntariamente a ser<br />

interrogado por las autoridades. Cerrarían sus puertas y pretenderían no haber<br />

visto ni oído nada.<br />

Podía tomarse el tiempo que necesitara. Llegó a su casa pasando por los<br />

terrados. Abrió la puerta, entró y cerró con llave. Estudió el contenido de la<br />

cartera del muerto. Aparte los setecientos dólares que él le había entregado,<br />

sólo había un billete de cinco dólares y un poco de calderilla. En un<br />

compartimento descubrió, además, una antigua moneda de oro de cinco<br />

dólares. Un amuleto, con toda probabilidad.<br />

No, Fanucci no había sido un hombre rico. De haberlo sido, no habría llevado<br />

aquella moneda de oro en la cartera. Eso sólo lo hacían los pobres diablos.<br />

Sabía que tenía que deshacerse de la cartera y de la pistola (como sabía, ya<br />

entonces, que la moneda de oro debía dejarla en la cartera). Volvió a subir al<br />

terrado y anduvo un poco. Tiró la cartera por un respiradero, y luego, después<br />

de sacar las balas, golpeó el cañón de la pistola contra el borde del tejado. El<br />

cañón no se rompía. Tomó el arma por el cañón y golpeó la culata contra una<br />

chimenea. La culata se rompió en dos mitades. Dio un nuevo golpe y el arma<br />

quedó definitivamente partida, con el cañón por un lado y el resto de la culata<br />

por el otro. Echó las mitades en sendos respiraderos y comprobó que al<br />

golpear contra el suelo del fondo no producían ruido alguno, lo que significaba<br />

que había caído sobre una gran cantidad de basura. Por la mañana, los<br />

vecinos echarían más basura, debido a lo cual los trozos del arma quedarían<br />

sepultados para siempre, con un poco de suerte. Vito regresó a su<br />

apartamento.<br />

Estaba un poco tembloroso, pero no había perdido los nervios. Se quitó la ropa<br />

y, temeroso de que estuviera manchada de sangre, la metió en un cubo<br />

metálico y la lavó con lejía y jabón, restregándola contra las paredes del cubo;<br />

luego lavó éste, también con jabón y lejía. Vio un montón de ropa recién lavada<br />

en un rincón del dormitorio, y mezcló sus prendas con las demás.<br />

Seguidamente, se puso una camisa y unos pantalones limpios y salió a la calle,<br />

a reunirse con su esposa y los vecinos.<br />

Al día siguiente se demostró que aquellas precauciones habían sido<br />

innecesarias. La policía, después de descubrir el cadáver de Fanucci, no hizo<br />

ni una sola pregunta a Vito Corleone. Éste se sorprendió de que no se hubiera<br />

enterado de que Fanucci había estado en su casa la noche en que había sido<br />

asesinado: ¡con lo bien que había preparado su coartada, basada en el hecho<br />

de que Fanucci había salido de su casa por su propio pie! Más tarde se enteró<br />

de que en realidad la policía se había alegrado de la muerte de aquél, así como<br />

que no tenían demasiado interés en perseguir a sus asesinos. Sin duda daban<br />

por supuesto que se trataba de un ajuste de cuentas entre bandas de

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