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Mario%20Puzo%20-%20El%20Padrino

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Fabrizzio se levantó. Llevaba la camisa desabrochada, dejando al descubierto<br />

las líneas azules y rojas del tatuaje que le cubría el pecho.<br />

– Calo está en la cocina, tomándose una taza de café –respondió–. ¿Irá su<br />

esposa con usted?<br />

Michael lo miró, malhumorado. Le parecía que Fabrizzio llevaba unas semanas<br />

mirando demasiado a Apollonia. Claro que jamás se atrevería a hacer la más<br />

leve insinuación a la esposa de un amigo del Don. Semejante cosa era, en<br />

Sicilia, el camino más seguro hacia el cementerio.<br />

– No –respondió Michael fríamente–. Primero irá a pasar unos días con su<br />

familia. Se reunirá con nosotros más tarde.<br />

Fabrizzio se dirigió rápidamente al lugar que servía de garaje para el Alfa–<br />

Romeo. Michael fue a lavarse. Apollonia ya había salido del cuarto de baño y<br />

debía de estar en la cocina, preparando el desayuno. Sin duda querría<br />

compensar el remordimiento que sentía por el hecho de desear ver una vez<br />

más a su familia antes de viajar hacia el otro extremo de Sicilia para<br />

reencontrarse con Michael. Don Tommasino se encargaría de trasladarla hasta<br />

allí.<br />

Terminado su aseo, Michael se dirigió a la cocina, donde Filomena le dio una<br />

taza de café y, con timidez, se despidió de él.<br />

– Cuando vea a mi padre, le hablaré de usted – le prometió Michael.<br />

En ese momento Calo entró en la cocina.<br />

– El coche está preparado – anunció–. ¿Quiere que me ocupe de su equipaje?<br />

– No, gracias –respondió Michael–. Lo llevaré yo. ¿Dónde está Apollonia?<br />

Calo esbozó algo parecido a una sonrisa.<br />

– Está sentada en el asiento del conductor, muriéndose de ganas de apretar el<br />

acelerador. Se convertirá en una verdadera americana antes incluso de llegar a<br />

América –comentó.<br />

Nunca se había oído decir que una campesina siciliana se hubiera puesto al<br />

volante de un automóvil, pero a veces Michael permitía a su esposa conducir el<br />

Alfa– Romeo, siempre dentro de los muros de la villa, naturalmente. En tales<br />

ocasiones él se sentaba a su lado, para evitar las posibles consecuencias de<br />

los errores que cometía, como pisar el acelerador en lugar del freno, por<br />

ejemplo.<br />

– Vé a buscar a Fabrizzio y esperadme en el coche –indicó Michael a Calo.<br />

Subió nuevamente al dormitorio, a buscar el equipaje, ya preparado. Antes de<br />

coger las maletas, miró por la ventana y vio que el coche no estaba<br />

estacionado delante de la puerta de la cocina, sino de los escalones que<br />

conducían al porche. En el interior del automóvil, Apollonia simulaba conducir,<br />

mientras Calo colocaba la bolsa de la comida en el asiento trasero. Michael<br />

sonrió, pero enseguida hizo una mueca de disgusto al observar que, un poco

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