Farias Victor, Heidegger y el nazismo
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Víctor <strong>Farias</strong><br />
<strong>Heidegger</strong> y <strong>el</strong> <strong>nazismo</strong><br />
incluso presidente de una asociación para <strong>el</strong> culto de Abraham que<br />
organizaba lecturas dramatizadas d<strong>el</strong> Judas, uno de los clásicos d<strong>el</strong><br />
antisemitismo d<strong>el</strong> monje agustino. Y que yo aluda al hecho de que<br />
por esta misma época <strong>el</strong> joven Adolf Hitler participara en <strong>el</strong> homenaje<br />
que Viena le rindiera a K. Lueger y lo r<strong>el</strong>ate en su obra mayor, no<br />
sólo con profunda emoción sino aludiendo explícitamente a su función<br />
política, todo <strong>el</strong>lo no es, como afirman mis críticos, una «asociación»<br />
libre y fantasiosa.<br />
No es más que dar cuenta d<strong>el</strong> hecho evidente de que todos<br />
estos personajes (Abraham, Lueger, Hitler y <strong>Heidegger</strong>) constituyen<br />
partes vivas de un conjunto histórico que se desarrolla bajo un signo<br />
político inequívoco, si bien cada uno de <strong>el</strong>los tiene una época y un<br />
carácter propios. Precisamente porque <strong>el</strong> objetivo de mi trabajo es<br />
investigar la r<strong>el</strong>ación de <strong>Heidegger</strong> con <strong>el</strong> movimiento nazi, mi<br />
obligación como científico era reunir los antecedentes que hicieran<br />
comprensible tal r<strong>el</strong>ación. Lo que mis críticos ponen en duda al hablar<br />
de mi recurrencia al «contexto», es nada menos que la necesidad<br />
in<strong>el</strong>udible de entender una obra filosófica, y la biografía de su autor<br />
también, a partir de las instituciones a las que alude <strong>el</strong> texto y d<strong>el</strong><br />
ambiente histórico que hacen comprensibles su sentido y su<br />
significación. Mi método no recurre a las «anécdotas» (siempre<br />
narradas desde una óptica r<strong>el</strong>ativa), ni acepta fuentes demasiado<br />
privadas (como los «diarios», por ejemplo); con tales medios se<br />
termina —a lo sumo— describiendo «mentalidades», sin la<br />
objetividad necesaria.<br />
Contradictorio, pero también grotesco, me parece entonces que<br />
O. Pögg<strong>el</strong>er me acuse de «<strong>el</strong>udir un diagnóstico político» d<strong>el</strong> hecho de<br />
que Jean Beaufret tuviera a <strong>Heidegger</strong> como su maestro. 32 ¿Ignora<br />
todavía Pogg<strong>el</strong>er (y también E. Nolte) 33 las r<strong>el</strong>aciones solidarias entre<br />
J. Beaufr<strong>el</strong> y R. Faurisson, <strong>el</strong> apoyo explícito de aquél a las tesis<br />
«revisionistas» de éste, conocidas públicamente hace más de un año<br />
¿O son más bien Pogg<strong>el</strong>er y Nolte quienes deberían hacer un<br />
“diagnóstico político” d<strong>el</strong> hecho de que J. Beaufret, <strong>el</strong> único<br />
“embajador” y portavoz autorizado de <strong>Heidegger</strong> en Francia, quien<br />
dijera: <strong>el</strong> filósofo dirigió su Carta sobre <strong>el</strong> humanismo, haya negado<br />
la existencia de las cámaras de gas y las denuncie como un invento<br />
de los judíos<br />
Aun suponiendo que mis críticos mantuvieran su entusiasmo<br />
por los «diagnósticos políticos», sería importante que escucharan las<br />
advertencias de M. Frank, quien ha llamado la atención sobre <strong>el</strong><br />
hecho de que la Nouv<strong>el</strong>le Droite francesa, de violento cuño racista y<br />
antisemita, otorgue a M. <strong>Heidegger</strong> un pap<strong>el</strong> más destacado que a<br />
otros ideólogos de ultraderecha como O. Spengler, A. Mo<strong>el</strong>ler van der<br />
Bruck, A. Gehlen o K. Lorenz. 34 R. Faurisson, por su parte, ya ha<br />
declarado oficialmente a M. <strong>Heidegger</strong> y a J. Beaufret sus<br />
«predecesores en <strong>el</strong> revisionismo». 35 Un diagnóstico político es, en<br />
efecto, indispensable. Tanto más cuanto que, al editar todo un tomo<br />
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