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Farias Victor, Heidegger y el nazismo

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Víctor <strong>Farias</strong><br />

<strong>Heidegger</strong> y <strong>el</strong> <strong>nazismo</strong><br />

Nietzsche. Pero si uno de <strong>el</strong>los, sumido en la gran mentira de la<br />

vida bohemia, se ve de repente favorecido por un instante de gracia<br />

y, cobrando conciencia, destruye los altares de los falsos dioses y se<br />

convierte en cristiano, entonces le llaman trivial y repugnante». 123 La<br />

condición de la constitución de una personalidad como tal no es,<br />

pues, ni la propia fuerza ni la libertad. A lo sumo puede dar lugar a<br />

una «vida de gitanos», pero no a un hombre auténticamente cristiano<br />

y fuerte. La propia fuerza y la libertad sólo producen tal resultado si<br />

están orientadas por la tradición y bajo la autoridad de una instancia<br />

superior e indiscutible. En aqu<strong>el</strong>la época, <strong>Heidegger</strong> veía esa instancia<br />

en la Iglesia, su tradición y magisterio. <strong>Heidegger</strong> describe así <strong>el</strong><br />

curriculum ideológico de Jörgensen: «A los dieciocho años, Jörgensen<br />

era ateo. Y pronto nadaba en las corrientes librepensadoras<br />

encauzadas por <strong>el</strong> Heine danés, Georg Brandes; hacia los años<br />

setenta, la investigación y <strong>el</strong> libre pensamiento se convirtieron en <strong>el</strong><br />

grito de batalla de los literatos daneses modernos».<br />

Ilustración y judíos (Heine y Brandes) eran, entonces, la fuente<br />

d<strong>el</strong> pantano d<strong>el</strong> cual Jörgensen debía salir. La agresividad de<br />

<strong>Heidegger</strong> contra Heine era una constante. Al juicio de M. G. Lap,<br />

quien al «judío Heine» le negaba toda grandeza, cabe agregar <strong>el</strong> de<br />

A. von Roth en su artículo «Orgullo de los poetas. Una charla» (n.º 1,<br />

noviembre de 1910, pp. 8-9), un comentario chovinista que asume<br />

las opciones estéticas de von Kralik: «La expresión "soy un poeta<br />

alemán", suena algo extraña en un hombre que recibía d<strong>el</strong> gobierno<br />

francés una pensión por su actividad literaria filofrancesa, que no se<br />

privaba de calificar las guerras de liberación de "patadas de asno<br />

prusiano contra <strong>el</strong> león moribundo", y que temblaba al pensar que las<br />

sucias botas teutonas pudieran profanar de nuevo <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o sagrado de<br />

los bulevares parisinos».*<br />

Brandes había sido <strong>el</strong> intermediario para que «<strong>el</strong> espíritu de<br />

Nietzsche y Zola se convirtiese en «todopoderoso», «Jörgensen bebió<br />

de las enseñanzas d<strong>el</strong> mayor ateo de Dinamarca, J. P. Jacobsen, un<br />

hombre demasiado débil para vivir y no lo suficientemente enfermo<br />

para morir, que arrastraba una existencia miserable, un decadente<br />

ejemplar».<br />

La crítica de <strong>Heidegger</strong> a la estética que orientaba tal<br />

movimiento literario se ajustaba estrictamente a los principios<br />

integristas de Richard von Kralik: «En la b<strong>el</strong>leza tiene <strong>el</strong> artista su<br />

corazón y allí tiene también su arte. Pero, ¿qué encontraron b<strong>el</strong>lo<br />

aqu<strong>el</strong>los que sólo conocían un precepto y un objetivo El inf<strong>el</strong>iz autor<br />

de Ni<strong>el</strong>s Lyhne responde: "Encuentro b<strong>el</strong>lo lo salvaje, la naturaleza<br />

indomable e indomada, la ardiente y nunca satisfecha pasión d<strong>el</strong><br />

* Op. cit., p. 9. Sobre <strong>el</strong> contexto histórico y literario en torno a Brandes y Jörgensen, cf. H<br />

Mane Svendsen: Geschichte der danischen literatur. Neumünster, 1964, pp. 354 y ss.<br />

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