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Farias Victor, Heidegger y el nazismo

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Víctor <strong>Farias</strong><br />

<strong>Heidegger</strong> y <strong>el</strong> <strong>nazismo</strong><br />

Labarthe, 21 entre otros, de situar <strong>el</strong> compromiso nazi en la época en<br />

que <strong>Heidegger</strong> todavía afirmaba la «metafísica» y la «subjetividad»<br />

(«<strong>el</strong> <strong>nazismo</strong> es un humanismo», L. Labarthe) no sólo es una<br />

inversión d<strong>el</strong> problema, como afirma Habermas, 22 sino un abierto<br />

contrasentido. Porque afirmar que la superación heideggeriana de la<br />

metafísica nos proporciona <strong>el</strong> único instrumento con <strong>el</strong> cual podemos<br />

combatir no sólo la «técnica», sino incluso <strong>el</strong> antisemitismo (sic), mal<br />

podría explicar <strong>el</strong> hecho de que precisamente <strong>el</strong> autor de tal<br />

instrumento no haya encontrado nunca una palabra para censurar<br />

adecuadamente la más perversa y «metafísica» realización de la<br />

«subjetividad», ni que en su entrevista póstuma haya <strong>el</strong>ogiado al<br />

<strong>nazismo</strong> inicial como una oportunidad tan única como<br />

desaprovechada.<br />

Precisamente en este contexto quiero destacar una de las<br />

conclusiones sistemáticas más r<strong>el</strong>evantes a que conduce mi estudio.<br />

Erróneamente, a mi juicio, se su<strong>el</strong>e objetar a <strong>Heidegger</strong> haber<br />

construido una filosofía incapaz de fundar una ética y que en <strong>el</strong>lo<br />

debe buscarse su adhesión al <strong>nazismo</strong> (E. Levinas). 23 Mi estudio deja<br />

claro que la «incapacidad» de la filosofía de <strong>Heidegger</strong> para fundar<br />

una ética sólo es tal en lo r<strong>el</strong>ativo a una ética universalmente válida.<br />

Por <strong>el</strong> contrario: toda la evolución de sus opciones filosóficas tiene<br />

como invariante la convicción de la superioridad espiritual de los<br />

alemanes y con <strong>el</strong>lo <strong>el</strong> fundamento de una «ética de señores» válida<br />

sólo para <strong>el</strong>los. Así lo demuestran su «Discurso d<strong>el</strong> Rectorado»<br />

(1933), sus lecciones sobre la Cuestión fundamental de la filosofía<br />

(1933), la Introducción a la Metafísica (1935), las lecciones sobre la<br />

filosofía de Nietzsche (1936-1940), las lecciones sobre Parménides y<br />

Heráclito (1943; 1944), sus conferencias sobre Hölderlin (1943), sus<br />

cartas a R. Stad<strong>el</strong>mann (1945), hasta su entrevista póstuma (1966).<br />

En todos estos textos <strong>Heidegger</strong> pone dramáticamente a los<br />

alemanes frente a su «misión», la d<strong>el</strong> único «pueblo metafísico»;<br />

ap<strong>el</strong>a a su responsabilidad de salvar «<strong>el</strong> Tesoro = lo alemán», para<br />

salvar así al Occidente liberal y racionalista de la locura en que se ha<br />

precipitado y de la que no podría salir por sí mismo. El «natural»<br />

parentesco de «estirpe» (Stamm) entre <strong>el</strong> lenguaje alemán y <strong>el</strong><br />

griego que medió la aparición d<strong>el</strong> ser, se convirtió para <strong>Heidegger</strong> —<br />

consecuentemente— en <strong>el</strong> fundamento de una ética nacional<br />

aristocrática, y sus exigencias al respecto son claras y radicales.<br />

Desde <strong>el</strong> punto de vista de la filosofía política, la estrategia<br />

encubridora ha consistido más bien en argumentar sin haber leído<br />

con detenimiento. O. Pögg<strong>el</strong>er reconoce que <strong>Heidegger</strong> tuvo un<br />

compromiso filosóficamente fundado con <strong>el</strong> régimen, pero sólo hasta<br />

1936, para transformarse después en algo así como un antinazi. Con<br />

<strong>el</strong>lo Pögg<strong>el</strong>er cree poder refutar mi «tesis» según la cual yo tendría a<br />

<strong>Heidegger</strong> por un filósofo nazi más». 24 Una «tesis» (también me la<br />

han atribuido R. Augstein, H. Ott, E. Nolte, A. Schwan y mis críticos<br />

italianos) 25 que yo no he defendido nunca, porque implicaría <strong>el</strong><br />

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