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Farias Victor, Heidegger y el nazismo

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Víctor <strong>Farias</strong><br />

<strong>Heidegger</strong> y <strong>el</strong> <strong>nazismo</strong><br />

en contra de mis conclusiones y en defensa de <strong>Heidegger</strong>, se<br />

continúa invariablemente entregando a J. Beaufret un significado<br />

decisivo. 36<br />

El problema d<strong>el</strong> antisemitismo de M. <strong>Heidegger</strong> es, por cierto,<br />

una cuestión r<strong>el</strong>evante. Pero, pese a que <strong>el</strong> martirio de los judíos no<br />

conoce paral<strong>el</strong>o en la historia, también en este caso cabe distinguir<br />

principios y cristalizaciones. Los nazis no articularon su ideología<br />

racista y biologista en <strong>el</strong> vacío y sin presupuestos. El <strong>nazismo</strong> es la<br />

forma más cru<strong>el</strong> que ha conocido <strong>el</strong> exterminio, justamente en la<br />

medida en que ha concretado una ideología discriminadora general.<br />

Donde no hay discriminación no puede haber exterminio y, allí donde<br />

éste prolifera, lo hace como secu<strong>el</strong>a de la discriminación que le dio<br />

origen. En la larga historia d<strong>el</strong> exterminio, éste ha sido también<br />

fundamentado en pretendidas razones espirituales (las hogueras<br />

r<strong>el</strong>igiosas de la Edad Media, las cru<strong>el</strong>es «misiones» en América), pero<br />

asimismo en «argumentos» obscenamente materiales (<strong>el</strong> crimen<br />

social y <strong>el</strong> ecológico de nuestros días). La invariante ha sido siempre<br />

la discriminación de algunos seres humanos en beneficio de otros,<br />

considerados superiores. Es precisamente aquí donde debe buscarse<br />

la razón última de mi distanciamiento radical con una filosofía que no<br />

es pensable sin la discriminación.<br />

III<br />

La susceptibilidad con que ha reaccionado la opinión publica<br />

internacional primero, y la opinión especializada después, a la<br />

publicación de mi libro, merece ser destacada muy especialmente<br />

más allá de las opciones que se hayan <strong>el</strong>egido. Ante todo, porque se<br />

hizo evidente —de manera sorprendente— que los seres humanos<br />

esperan mucho y observan con interés nuestro quehacer filosófico;<br />

<strong>el</strong>los han creído siempre en la importancia de nuestro trabajo, incluso<br />

mientras nosotros mismos no estábamos tan seguros de hacer algo<br />

r<strong>el</strong>evante. Una cuestión filosófica que deviene tema de discusión<br />

pública internacional significa la rehabilitación de lo que se su<strong>el</strong>e<br />

denominar «cultura de masas». Esta discusión nos proporciona una<br />

doble rehabilitación y una democratización de las r<strong>el</strong>aciones: los más<br />

no quieren aislar ni desconocer <strong>el</strong> interés de los menos; y los menos<br />

tienen ocasión de darse cuenta de que sus preocupaciones<br />

fundamentales son también las de los más. En cierto modo, la<br />

divulgación de la filosofía nos hace pensar en la nobleza d<strong>el</strong> acto por<br />

<strong>el</strong> cual, en otros tiempos, un filósofo prefirió beber veneno antes que<br />

envenenar a su pueblo con la vileza. Pero todo <strong>el</strong>lo no debe conducir,<br />

en modo alguno, a transacciones fáciles: la parte más significativa de<br />

la protesta tuvo por base la existencia vital y renovada de una<br />

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