Farias Victor, Heidegger y el nazismo
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Víctor <strong>Farias</strong><br />
<strong>Heidegger</strong> y <strong>el</strong> <strong>nazismo</strong><br />
argumentos de Yorck en sus cartas a Dilthey influyeron temprana y<br />
profundamente en las ideas de <strong>Heidegger</strong> sobre la historia, la<br />
sociedad y <strong>el</strong> Estado, cosa que se confirma en la correspondencia de<br />
<strong>Heidegger</strong> con Erich Rothacker (Bonn), un filósofo que formará parte<br />
de los nacionalsocialistas «ortodoxos». En siete cartas d<strong>el</strong> año 1927,<br />
<strong>Heidegger</strong> no sólo habla de la impresión que le causó la lectura de la<br />
correspondencia entre Yorck y Dilthey, sino que también se refiere<br />
como en Ser y Tiempo— a la tarea histórica que Yorck cumplirá en <strong>el</strong><br />
futuro. 181 El texto de Yorck que cita <strong>Heidegger</strong>, significativo en este<br />
contexto, dice:<br />
Pero usted conoce mi predilección por lo paradójico, que justifica entenderlo<br />
como una característica de la verdad —que en ninguna parte es, ciertamente,<br />
communis opinio en la verdad—, como un sedimento <strong>el</strong>emental de<br />
semientendimiento generalizado, en r<strong>el</strong>ación con la verdad como <strong>el</strong> vapor de<br />
fósforo que deja <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ámpago. La verdad nunca es un <strong>el</strong>emento. Lo propio de una<br />
tarea pedagógico-estatal sería <strong>el</strong>iminar la opinión pública y posibilitar la formación,<br />
la individualidad de visión y de criterio. Entonces, en vez de una llamada conciencia<br />
pública, esta alienación radical se convertiría poderosamente en conciencias<br />
individuales, es decir, conciencias. 182<br />
Las implicaciones de este pasaje y la aprobación de <strong>Heidegger</strong><br />
son terminantes. Estas tesis sobrepasan <strong>el</strong> horizonte de una reflexión<br />
psicológica o pedagógica y claman tajantemente por una intervención<br />
política d<strong>el</strong> Estado. Yorck y <strong>Heidegger</strong> no sólo mantienen la diferencia<br />
entre «la masa» y «la verdad», sino que exigen su reducción, hasta<br />
la <strong>el</strong>iminación de la opinión pública como una instancia encargada de<br />
funciones esenciales para la sociedad y <strong>el</strong> Estado. En consecuencia,<br />
ambos subrayan que sólo los pocos (los que aman v comprenden «lo<br />
paradójico») tienen y deberían tener acceso a la «verdad». Así pues,<br />
sólo <strong>el</strong>los deberían dirigir y manejar <strong>el</strong> Estado y la sociedad.<br />
Las implicaciones políticas concretas de las tesis de Yorck, con<br />
las que aquí está de acuerdo <strong>Heidegger</strong>, habían sido ya, poco antes,<br />
desarrolladas programáticamente por Hitler en la lucha contra <strong>el</strong><br />
parlamentarismo y la «judaización de la prensa». Hitler escribió en Mi<br />
lucha:<br />
Es difícil, para <strong>el</strong> lector corriente de periódicos judíos, imaginar los males<br />
encerrados en esta institución moderna de gobierno democrático, llamada<br />
parlamentarismo [...]. A <strong>el</strong>la se debe que nuestra vida política haya tenido que<br />
soportar <strong>el</strong> incontenible alud de cuanto hay de despreciable [...]. Una mayoría no<br />
puede nunca sustituir al hombre. La mayoría ha sido siempre, no sólo abogado de<br />
la estupidez, sino también abogado de las conductas más cobardes [...]. Así como<br />
cien mentecatos no suman un hombre int<strong>el</strong>igente, tampoco es probable que una<br />
resolución mesiánica provenga de cien cobardes [...].<br />
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