Farias Victor, Heidegger y el nazismo
Farias Victor, Heidegger y el nazismo
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Víctor <strong>Farias</strong><br />
<strong>Heidegger</strong> y <strong>el</strong> <strong>nazismo</strong><br />
entremezclado lo incompatible y con <strong>el</strong>lo ha hecho inaccesible lo<br />
griego. Goethe es una fatalidad». 283<br />
La agresividad característica de las lecciones de 1942 dejaba<br />
ver con toda claridad <strong>el</strong> vínculo de <strong>Heidegger</strong> con <strong>el</strong><br />
nacionalsocialismo, incluso también su abierto y franco apoyo a la<br />
guerra desatada por <strong>el</strong> régimen de Hitler. Sobre <strong>el</strong> ingreso de los<br />
Estados Unidos a la guerra dijo <strong>Heidegger</strong> entonces a sus<br />
estudiantes:<br />
Hoy sabemos que <strong>el</strong> mundo anglosajón d<strong>el</strong> americanismo está decidido a<br />
destruir Europa, esto es, la patria, <strong>el</strong> inicio de occidente. Pero lo inicial es<br />
indestructible. La incorporación de América a esta guerra planetaria no constituye<br />
un ingreso a la historia, sino que es <strong>el</strong> último acto americano de la americana<br />
carencia de historia y autoaniquilación. Lo es porque es un acto que rechaza lo<br />
inicial y es una decisión por lo que carece de inicio. El espíritu oculto de lo inicial en<br />
Occidente no tendrá para este proceso de autodestrucción ni siquiera una mirada<br />
de desprecio. Se limitará a esperar su propia hora est<strong>el</strong>ar desde la serenidad que le<br />
da la paz de lo que tiene inicio. 283<br />
Aquí se puede ver con claridad que <strong>el</strong> propósito de <strong>Heidegger</strong><br />
de trascendentalizar <strong>el</strong> «origen» de Occidente iba íntimamente unido<br />
al intento de espiritualizar <strong>el</strong> nacionalsocialismo. De ahí que las<br />
lecciones sobre Heráclito en los semestres de verano de 1943 y 1944,<br />
esto es, en la época inmediatamente posterior a la derrota de los<br />
nazis en Stalingrado, constituyen una llamada a los alemanes a<br />
recuperarse de la hecatombe:<br />
Sea lo que fuere y como fuere lo que va a caracterizar <strong>el</strong> destino externo de<br />
Occidente, la mayor y la propia prueba de los alemanes aún no ha acontecido,<br />
prueba a la que serán sometidos —contra su voluntad— por los que no saben (los<br />
no sapientes), para decidir si <strong>el</strong>los (los alemanes), en armonía con la verdad d<strong>el</strong><br />
ser, están incluso por encima d<strong>el</strong> desafío a la muerte, contra la pequeñez espiritual<br />
d<strong>el</strong> mundo moderno, dispuestos a salvar lo inicial en su resplandor invisible. El<br />
p<strong>el</strong>igro en que se encuentra «<strong>el</strong> sagrado corazón de los pueblos de Occidente» no<br />
es la decadencia, sino que nosotros, confundidos, nos entreguemos a la voluntad de<br />
la modernidad y la llevemos ad<strong>el</strong>ante. Para que esta tragedia no ocurra será<br />
necesario en los próximos decenios <strong>el</strong> concurso de los hombres de treinta o<br />
cuarenta años que han aprendido a pensar lo esencial. 285<br />
Por todo eso <strong>Heidegger</strong> vu<strong>el</strong>ve a afirmar en medio de la guerra<br />
su convicción en la misión trascendental de los alemanes, pese a la<br />
barbarie que <strong>el</strong>los ponían en evidencia:<br />
El planeta está en llamas. La esencia d<strong>el</strong> hombre se está deshaciendo. Sólo<br />
de los alemanes puede esperarse que tengan sentido histórico universal, siempre<br />
que encuentren y sepan preservar «lo alemán». 286<br />
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