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Farias Victor, Heidegger y el nazismo

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Víctor <strong>Farias</strong><br />

<strong>Heidegger</strong> y <strong>el</strong> <strong>nazismo</strong><br />

más aislado que en ninguna otra parte. Pero jamás puede estar solo. Porque la<br />

soledad tiene un poder absolutamente original de no aislarnos sino, por <strong>el</strong><br />

contrario, de arrojar la existencia entera en la amplia proximidad de la esencia de<br />

todas las cosas.<br />

Aquí abajo, de golpe, se puede uno convertir en una «c<strong>el</strong>ebridad» a través<br />

de los periódicos y de las revistas. También es <strong>el</strong> camino más seguro para<br />

consagrar nuestros propósitos a la mala interpretación y para caer rápida y<br />

definitivamente en <strong>el</strong> olvido. Por <strong>el</strong> contrario, la memoria campesina es testimonio<br />

de una fid<strong>el</strong>idad simple, probada y sin engaños. Hace poco se murió una vieja<br />

campesina aquí arriba. Conversaba muchas veces conmigo y en esas ocasiones<br />

surgían viejas historias de la aldea. Había conservado, en su poderosa lengua llena<br />

de imágenes, muchas palabras viejas, diversos adagios que hoy la juventud de la<br />

aldea ya no comprende y que se han perdido para la lengua viva. El año pasado, en<br />

una ocasión en que viví solo durante varias semanas en la cabana, esta campesina<br />

de 83 años caminó, subió y bajó varias pendientes para venir a verme. Quería, me<br />

dijo, verificar si estaba aún ahí y sí no había venido «gente» a robarme<br />

aprovechando mi soledad. La noche en que murió, todavía conversó con los<br />

miembros de su familia. Incluso media hora antes d<strong>el</strong> fin les encargó que enviaran<br />

un saludo al «señor profesor». Esa memoria vale incomparablemente más que <strong>el</strong><br />

«reportaje» más hábil de un diario mundialmente conocido sobre mi pretendida<br />

filosofía.<br />

Este discurso de <strong>Heidegger</strong> nos ayuda a comprender su<br />

respuesta al ofrecimiento de la Universidad de Berlín, que no era más<br />

que un diktat ministerial resistido por la propia facultad. Una de las<br />

razones esenciales d<strong>el</strong> rechazo de <strong>Heidegger</strong> residía en <strong>el</strong> hecho de<br />

que no quería convertirse en profesor por una vía extrauniversitaria<br />

que hubiese podido perjudicar su prestigio. La oposición de la facultad<br />

podía explicarse —según las convicciones de <strong>Heidegger</strong>— porque<br />

pertenecía a un mundo conservador, tradicionalista y reaccionario<br />

que era necesario superar. Pero esto no bastaba para justificar una<br />

oposición evidente contra su persona, que, además, acababa de<br />

renovarse. La proposición d<strong>el</strong> ministro Rust implicaba la misión de<br />

realizar «un trabajo político particular» con <strong>el</strong> apoyo incondicional d<strong>el</strong><br />

Ministerio. El traslado a Berlín ciertamente habría podido desembocar,<br />

para <strong>Heidegger</strong>, en la obtención de una cátedra; a partir de ahí<br />

habría podido aparecer como <strong>el</strong> filósofo d<strong>el</strong> Tercer Reich. En su<br />

comunicado a la facultad, <strong>el</strong> Ministerio decía que este nombramiento<br />

se imponía por «razones de Estado». En otras circunstancias esto<br />

podría haber significado para <strong>Heidegger</strong> dar <strong>el</strong> gran salto, pero <strong>el</strong><br />

fortalecimiento progresivo de los sectores burocráticos y<br />

conservadores hacía arriesgada la empresa a pesar de contar con <strong>el</strong><br />

apoyo de los estudiantes, controlados por los SA. Era razonable y<br />

lúcido, ante los signos de tempestad, ponerse al abrigo d<strong>el</strong> terruño.<br />

Aunque la propuesta de la Universidad de Berlín fue simultánea<br />

a la de Munich, <strong>Heidegger</strong> sólo hizo alusión a su rechazo de la oferta<br />

berlinesa.<br />

La exhortación final no deja de estar bien lograda:<br />

Por último, he recibido una segunda oferta de nombramiento en la<br />

Universidad de Berlín. En tales ocasiones dejo la ciudad y me retiro a mi cabaña.<br />

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