Farias Victor, Heidegger y el nazismo
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Víctor <strong>Farias</strong><br />
<strong>Heidegger</strong> y <strong>el</strong> <strong>nazismo</strong><br />
para mí era Hitler en la cátedra». 300 Y agrega: «Durante los<br />
interrogatorios a que me sometió la Gestapo, jamás se me preguntó<br />
acerca de mis r<strong>el</strong>aciones con él, por <strong>el</strong> contrario, me interrogaron a<br />
propósito de otros profesores». 301 En otra carta, 302 Bollinger afirma<br />
textualmente: «En nuestro movimiento de resistencia (activo a partir<br />
de 1941) y en <strong>el</strong> de La Rosa Blanca (con <strong>el</strong> cual entré en contacto a<br />
partir de diciembre de 1942), jamás encontré a ninguno que tuviera<br />
la menor r<strong>el</strong>ación con <strong>Heidegger</strong>. Oigo los nombres de Schumacher y<br />
de Guggenberger por primera vez».<br />
En su entrevista póstuma, <strong>Heidegger</strong> afirma haber sido enviado<br />
al frente durante los primeros días de la guerra, después que <strong>el</strong><br />
Gauleiter y <strong>el</strong> Kreisleiter de Friburgo hubiesen declarado totalmente<br />
inútil su actividad en la universidad. 303<br />
Ningún documento, hasta aquí, avala esa afirmación y nos<br />
resulta imposible reconstituir su contexto. Por <strong>el</strong> contrario, la actitud<br />
de <strong>Heidegger</strong> ante <strong>el</strong> hundimiento de la Alemania nazi se manifiesta<br />
en una anécdota referida por su amigo Georg Picht:<br />
«En diciembre de 1944, al caer la noche, alguien tocó <strong>el</strong> timbre<br />
de nuestra puerta. Fuera, estaban <strong>Heidegger</strong>, su nuera y su<br />
asistente. Habían huido de Friburgo amenazados por las bombas y<br />
por <strong>el</strong> avance de los aliados en dirección a Messkirch. Ya no quedaba<br />
ningún medio de transporte. Nos pidieron que les diéramos albergue.<br />
Pasamos juntos una tarde tranquila, en calma. Respondiendo a un<br />
deseo de Martin <strong>Heidegger</strong>, mi esposa interpretó al piano una sonata<br />
póstuma de Franz Schubert. Cuando cesó la música me miró y me<br />
dijo: "Esto no lo podemos hacer con la filosofía". En nuestro cuaderno<br />
de huéspedes escribió: "El hundimiento no es lo mismo que <strong>el</strong><br />
perecer. En <strong>el</strong> hundimiento está presente, sordamente, la<br />
ascensión"». 304<br />
En la carta d<strong>el</strong> 20 de julio de 1945 305 a Rudolf Stad<strong>el</strong>mann,<br />
<strong>Heidegger</strong> reafirma sus convicciones de siempre:<br />
«Aquí todo <strong>el</strong> mundo no piensa en otra cosa que en <strong>el</strong><br />
hundimiento (Untergang). Pero la verdad es que nosotros, los<br />
alemanes, no podemos hundirnos porque aún no hemos surgido.<br />
Debemos seguir marchando a través de la noche».<br />
En otra carta, dirigida también a Stad<strong>el</strong>mann, 306 <strong>el</strong> 1 de<br />
setiembre de 1945, agrega:<br />
«Además, estoy convencido de que nuestro hogar suabo<br />
despertará <strong>el</strong> espíritu de Occidente».<br />
La popularidad que encontraba en Francia alimentaba la<br />
convicción de <strong>Heidegger</strong>;<br />
«Aquí (y en la ciudad de Friburgo) se me ataca. De todas<br />
maneras yo me apoyo en París y en Francia donde soy <strong>el</strong> “filósofo de<br />
moda”».<br />
En otra carta a Stad<strong>el</strong>mann, fechada <strong>el</strong> 30 de noviembre de<br />
1945, escribe:<br />
«Los franceses saben que mi trabajo filosófico estimula y<br />
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