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De amor y de muerte

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Francisco no retrocedía en el momento <strong>de</strong> enfrentar la violencia, era un eslabón <strong>de</strong> esa<br />

larga ca<strong>de</strong>na humana moviéndose en la clan<strong>de</strong>stinidad y conocía los entretelones <strong>de</strong> la<br />

dictadura.<br />

Nadie sospechaba su tráfico <strong>de</strong> asilados, <strong>de</strong> mensajes, <strong>de</strong> dinero proveniente <strong>de</strong><br />

misteriosas fuentes, <strong>de</strong> nombres, datos y pruebas acumuladas para enviar al exterior por<br />

si algún día alguien <strong>de</strong>cidía escribir la historia. Pero la represión no lo había tocado aún,<br />

conseguía <strong>de</strong>slizarse rozándola apenas, siempre al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l abismo. Sólo una vez, por<br />

casualidad, le echaron el guante y lo raparon. Al regresar <strong>de</strong> su consultorio, en la época<br />

en que todavía trabajaba en su oficio <strong>de</strong> psicólogo, tropezó con una patrulla que <strong>de</strong>tenía a<br />

los transeúntes. Pensó en una revisión rutinaria y extendió sus documentos, pero dos<br />

manos como garras lo bajaron <strong>de</strong> la moto y una metralleta le clavó el pecho.<br />

--¡Bájate, maricón!<br />

No era el único en ese trance. Un par <strong>de</strong> muchachos en edad escolar estaban <strong>de</strong> rodillas<br />

en el suelo y junto a ellos lo obligaron a postrarse. Dos soldados lo apuntaron con sus<br />

armas y otro lo agarró por el cabello, y se lo cortó, todavía le resultaba imposible no sentir<br />

un espasmo <strong>de</strong> impotencia e indignación. Trató <strong>de</strong> hablar con los dos, pero sólo ganó un<br />

culatazo en la cabeza, y una herida en el cuero cabelludo. Esa noche regresó lleno <strong>de</strong><br />

rabia, tan humillado como nunca lo había estado.<br />

--Te advertí que andaban cortando el cabello -dijo su madre.<br />

--<strong>De</strong>s<strong>de</strong> este mismo momento te cortas la melena, Francisco, porque hay que cauzar los<br />

menos problemas posibles-- masculló su padre furioso, seguro <strong>de</strong> que volverían a<br />

trasquilarlo, pues no <strong>de</strong>jaban en paz a los peludos.<br />

Irene Beltrán vivió hasta entonces en una ignorancia angélical, no por <strong>de</strong>sidia sino porque<br />

ésa era la norma en su medio. Como los <strong>de</strong>más <strong>de</strong> su clase social, se refugiaba en el<br />

barrio alto, los balnearios exclusivos, el esquí, los veranos en el campo.

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