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De amor y de muerte

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Siempre estaba ocupado y <strong>de</strong> prisa, pero nunca olvidó que la primera oportunidad para<br />

triunfar se la brindó la revista don<strong>de</strong> trabajaba Irene Beltrán, por eso cuando lo<br />

reclamaban para un <strong>de</strong>sfile o reportaje <strong>de</strong> moda y belleza, abandonaba sus otras labores<br />

y se presentaba equipado con su célebre maletín <strong>de</strong> las transformaciones don<strong>de</strong><br />

guardaba los elementos <strong>de</strong> su trabajo. Llegó a tener tanta influencia que en las gran<strong>de</strong>s<br />

fiestas <strong>de</strong> sociedad las damas más atrevidas maquilladas por él, lucían con orgullo su<br />

firma en la mejilla izquierda como un tatuaje <strong>de</strong> beduina.<br />

Cuando conoció a Francisco Leal, Mario era un hombre <strong>de</strong> edad mediana, con nariz fina y<br />

recta fruto <strong>de</strong> una operación plástica, <strong>de</strong>lgado y erguido a fuerza <strong>de</strong> dietas, ejercicios y<br />

masajes, bronceado con luz ultravioleta, impecablemente vestido con la mejor ropa<br />

inglesa e italiana, culto, refinado y famoso. Se movía en ambientes exclusivos y con el<br />

pretexto <strong>de</strong> adquirir antigüeda<strong>de</strong>s viajaba a remotas regiones. Vivía como un aristócrata,<br />

pero no repudiaba sus mo<strong>de</strong>stos orígenes y siempre que se presentaba la ocasión <strong>de</strong><br />

hablar <strong>de</strong> su pasado en el pueblo minero, lo hacía con altura y buen humor. Esa sencillez<br />

captaba la simpatía <strong>de</strong> quienes no le hubieran perdonado fingir una alcurnia inexistente.<br />

En el medio más cerrado, al cual sólo se accedía por apellidos linajudos o mucho dinero,<br />

él se impuso con su gusto exquisito y su capacidad <strong>de</strong> relacionarse con la gente<br />

a<strong>de</strong>cuada. Ninguna reunión importante se consi<strong>de</strong>raba un éxito sin su presencia. Jamás<br />

regresó a la casa familiar ni volvió a ver a su padre o sus hermanos, pero todos los<br />

meses enviaba un cheque a su madre para proporcionarle cierto bienestar y ayudar a sus<br />

hermanas a estudiar una profesión, instalar un negocio o casarse con una dote. Sus<br />

inclinaciones sentimentales eran discretas, sin estri<strong>de</strong>ncias, como todo en su vida.<br />

Cuando Irene le presentó a Francisco Leal, sólo un brillo leve en sus pupilas <strong>de</strong>lató su<br />

impresión. Ella lo notó y <strong>de</strong>spués bromeaba con su amigo diciéndole que se cuidara <strong>de</strong><br />

los avances <strong>de</strong>l peluquero si no quería terminar con un zarcillo en la oreja y hablando con<br />

voz <strong>de</strong> soprano. Dos semanas <strong>de</strong>spués estaban en el estudio trabajando con los nuevos<br />

maquillajes <strong>de</strong> la temporada, cuando apareció el capitán Gustavo Morante en busca <strong>de</strong><br />

Irene. Al ver a Mario cambió la expresión <strong>de</strong> su rostro. El oficial sentía un repudio violento<br />

por los afeminados y le molestaba que su novia se moviera en un medio don<strong>de</strong> se rozaba<br />

con quienes calificaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>generados. Abstraído pegando escarcha dorada en los

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