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De amor y de muerte

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lo que no fuera su dura labor. El rugido <strong>de</strong> la moto y el coro <strong>de</strong> los perros llamaron su<br />

atención y levantó la vista.<br />

Vio a la periodista y su inseparable compañero, el <strong>de</strong> la cámara fotográfica, avanzar por<br />

el patio ignorando los ladridos.<br />

Se secó las manos en el <strong>de</strong>lantal y les salió al encuentro sin sonreír, porque aun antes <strong>de</strong><br />

mirarlos a los ojos adivinó las malas noticias. Irene Beltrán la estrechó en un abrazo<br />

tímido, única fórmula <strong>de</strong> condolencia que se le ocurrió. La madre entendió <strong>de</strong> inmediato.<br />

No hubo lágrimas en sus ojos, acostumbrados a tan diversas penas. Apretó la boca en<br />

gesto <strong>de</strong>solado y un ronco suspiro se escapó <strong>de</strong> su pecho antes <strong>de</strong> que pudiera atajarlo.<br />

Tosió para ocultar esa <strong>de</strong>bilidad y apartando un mechón <strong>de</strong> su frente, señaló a los<br />

jóvenes que la siguieran al interior <strong>de</strong> la casa. Se sentaron los tres alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la mesa y<br />

durante unos minutos estuvieron en silencio, hasta que Irene reunió las palabras para<br />

<strong>de</strong>círselo.<br />

--Creo que la encontramos... --murmuró.<br />

Y le contó lo que vieron en la mina, sin <strong>de</strong>tenerse en los <strong>de</strong>talles atroces y <strong>de</strong>jando en el<br />

aire la duda <strong>de</strong> que esos restos pudieran ser <strong>de</strong> otra persona. Pero Digna <strong>de</strong>scartó esa<br />

esperanza, porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía muchos días aguardaba las pruebas <strong>de</strong> la <strong>muerte</strong> <strong>de</strong> su<br />

hija. Lo sabía por el duelo que se instaló en su corazón <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la noche en que se la<br />

llevaron y por el conocimiento acumulado en tantos años <strong>de</strong> dictadura.<br />

--Nunca <strong>de</strong>vuelven a los que se llevan --dijo.<br />

--Esto no tiene nada que ver con la política, señora, es un crimen vulgar --replicó<br />

Francisco.<br />

--Es lo mismo. La mató el Teniente Ramírez y él es dueño <strong>de</strong> la ley ¿qué puedo hacer<br />

yo?

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