Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
garantizando así la calidad <strong>de</strong> la carne. Fue alimentado durante meses con cereales y<br />
verduras, a diferencia <strong>de</strong> los otros, nutridos con <strong>de</strong>sperdicios. Aislado, prisionero e inmóvil<br />
aguardó su <strong>de</strong>stino mientras <strong>de</strong>sarrollaba abundante grasa y tiernos jamones. Ese día la<br />
bestia recorrió por primera vez los doscientos metros que separaban su cochinera <strong>de</strong>l<br />
altar <strong>de</strong> su sacrificio, tambaleándose sobre sus cortas patas <strong>de</strong> <strong>de</strong>sahuciado, ciego a la<br />
luz, sordo <strong>de</strong> pavor. Al verlo Irene no pudo imaginar cómo le darían <strong>muerte</strong> a esa mole <strong>de</strong><br />
carne tan pesada como tres hombres fornidos.<br />
Junto a la fogata habían colocado gruesos tablones sobre dos barriles para formar un<br />
mesón. Al llegar la víctima, Hipólito Ranquileo se aproximó con un hacha en alto y le<br />
propinó un golpe seco en la frente con la parte posterior <strong>de</strong> la herramienta. El cerdo cayó<br />
al suelo aturdido, pero no lo suficiente porque sus berridos se perdieron en el eco <strong>de</strong> los<br />
montes, estremeciendo los belfos <strong>de</strong> los perros que ja<strong>de</strong>aban <strong>de</strong> impaciencia. Varios<br />
hombres lo ataron <strong>de</strong> patas y con gran dificultad lo izaron sobre la mesa. Entonces actuó<br />
el experto. Era un hombre nacido con el don <strong>de</strong> matar, rara condición que casi nunca se<br />
da en las mujeres. Podía acertar al corazón <strong>de</strong> un solo movimiento aún con los ojos<br />
cerrados, pues no lo guiaba el conocimiento anatómico, sino la intuición <strong>de</strong>l verdugo.<br />
Para sacrificar al animal había hecho el viaje <strong>de</strong> lejos, especialmente invitado, porque si<br />
no se hacía con pericia sus lamentos <strong>de</strong> agonía podían romper los nervios <strong>de</strong> todos los<br />
habitantes <strong>de</strong> la región. Tomó un enorme cuchillo con cacha <strong>de</strong> hueso y afilada hoja <strong>de</strong><br />
acero, lo empuñó con ambas manos, como un sacerdote azteca y lo clavó en el cuello,<br />
llevándolo sin vacilar al centro <strong>de</strong> la vida. El cochino bramó con <strong>de</strong>sesperación y un<br />
chorro <strong>de</strong> sangre caliente brotó <strong>de</strong> la herida salpicando a los que estaban cerca,<br />
formando un charco que los perros lamieron. Digna acercó un bal<strong>de</strong> para recogerla y en<br />
pocos segundos se llenó. Flotaba en el aire un olor dulzón <strong>de</strong> sangre y <strong>de</strong> miedo.<br />
En ese instante Francisco notó que Irene no se encontraba a su lado y al buscarla con la<br />
mirada la <strong>de</strong>scubrió inerte en el suelo. Los <strong>de</strong>más también la vieron y un coro <strong>de</strong><br />
carcajadas celebró el <strong>de</strong>smayo. Se inclinó sobre ella y la sacudió para obligarla a abrir los<br />
ojos. Quiero irme <strong>de</strong> aquí, suplicó apenas pudo sacar la voz, pero su amigo insistió en