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De amor y de muerte

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el aspecto <strong>de</strong>l paisaje había cambiado. Los primeros calores <strong>de</strong>l verano golpeaban las<br />

la<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> los cerros quemando la vegetación y anticipando la sed <strong>de</strong> la tierra. Los<br />

colores se tornaban pálidos, <strong>de</strong>slucidos. Francisco no reconoció los puntos <strong>de</strong> referencia<br />

que había fijado en su memoria y se <strong>de</strong>jó guiar por el instinto.<br />

A mitad <strong>de</strong>l camino se <strong>de</strong>tuvo angustiado, seguro <strong>de</strong> haber perdido el rumbo, porque le<br />

parecía pasar y volver a pasar por el mismo sitio. Si no fuera porque iba subiendo, habría<br />

jurado que giraba en círculos. Estaba agotado por la tensión acumulada en los últimos<br />

días y por la noche anterior en la mina. Evitaba, siempre que fuera posible, poner a<br />

prueba sus nervios con acciones impulsivas. En su trabajo en la clan<strong>de</strong>stinidad <strong>de</strong>bía<br />

sortear peligros y correr riesgos; pero prefería hacer planes meticulosos y ceñirse a ellos.<br />

No le gustaban los sobresaltos. Sin embargo, sentía que ya era inútil hacer cálculos,<br />

porque la vida se le estaba volviendo un caos. Estaba acostumbrado a sentir la violencia<br />

suspendida en el aire como un gas solapado, al cual un chispazo podía hacer estallar en<br />

inagotable incendio, pero como tantos otros en la misma situación, no pensaba en ello.<br />

Trataba <strong>de</strong> organizar su existencia <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> cierta normalidad. Pero allí, en la soledad <strong>de</strong><br />

la montaña, comprendió que había cruzado una frontera invisible y entrado en una nueva<br />

y terrible dimensión.<br />

Al acercarse el mediodía, el calor se tornó <strong>de</strong> lava. No había alguna vegetación<br />

misericordiosa don<strong>de</strong> buscar amparo.<br />

Aprovechó una saliente en las rocas y se acomodó para <strong>de</strong>scansar un poco, buscando<br />

recuperar el ritmo <strong>de</strong> su corazón.<br />

Carajo, sería mejor volver antes <strong>de</strong> caerme aquí extenuado.<br />

Se secó el sudor <strong>de</strong> la cara y siguió subiendo cada vez con más lentitud y mayores<br />

pausas. Por fin divisó una vertiente insignificante que <strong>de</strong>scendía turbia entre las piedras y<br />

lanzó un suspira <strong>de</strong> alivio, porque estaba seguro <strong>de</strong> que el rastro <strong>de</strong> agua lo llevaría hasta<br />

el refugio <strong>de</strong> Pra<strong>de</strong>lio Ranquileo. Se mojó el cuello y la cabeza, sintiendo el ardor <strong>de</strong>l sol

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