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De amor y de muerte

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--¡Virgen Santísima! --fue lo único que atinó a balbucear.<br />

--Creo que son víctimas <strong>de</strong> la policía --dijo Irene.<br />

--¿<strong>De</strong>saparecidos?<br />

--Pue<strong>de</strong> ser --dijo Francisco sacando <strong>de</strong> su bolsa unos rollos <strong>de</strong> película y poniéndolos<br />

sobre la mesa--. Tomé algunas fotografías...<br />

Hilda se persignó con gesto automático. Irene se <strong>de</strong>splomó sobre una silla en el límite <strong>de</strong><br />

su resistencia, mientras el Profesor Leal se paseaba a gran<strong>de</strong>s trancos sin encontrar en<br />

su amplio y exaltado vocabulario palabras a<strong>de</strong>cuadas. Tenía predisposición a la<br />

grandilocuencia, pero aquello tuvo el efecto <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarlo mudo.<br />

Irene y Francisco contaron lo ocurrido. Llegaron a la mina <strong>de</strong> Los Riscos a media tar<strong>de</strong>,<br />

fatigados y hambrientos, pero dispuestos a investigar a fondo, aferrados a la esperanza<br />

<strong>de</strong> que una vez resueltos los enigmas podrían regresar a la normalidad y amarse<br />

tranquilos. A plena luz <strong>de</strong>l día el sitio nada tenía <strong>de</strong> siniestro, pero el recuerdo <strong>de</strong><br />

Evangelina los obligó a aproximarse con reticencia. Francisco quiso entrar solo, pero<br />

Irene estaba <strong>de</strong>cidida a vencer la repugnancia y ayudarlo a abrir segundo pasaje para<br />

acabar pronto y salir <strong>de</strong> allí lo antes posible. Removieron con facilidad los escombros y<br />

las piedras <strong>de</strong> la entrada, partieron el pañuelo en dos pedazos, los ataron sus rostros<br />

para protegerse <strong>de</strong>l insoportable hedor y se introdujeron en la primera cámara. No fue<br />

necesario encen<strong>de</strong>r linterna. El sol entraba por el boquete alumbrando con luz difusa el<br />

cuerpo <strong>de</strong> Evangelina Ranquileo, que Francisco cubrió con el poncho para sustraerlo a la<br />

vista <strong>de</strong> su amiga.<br />

Irene necesitó apoyarse en la pared para mantener el equilibrio. Le fallaban las piernas.<br />

Trató <strong>de</strong> pensar en el jardín <strong>de</strong> su casa cuando florecía el nomeolvi<strong>de</strong>s sobre la tumba <strong>de</strong>l<br />

recién nacido que cayó <strong>de</strong>l tragaluz, o en las frutas madura apiladas en gran<strong>de</strong>s canastos<br />

los días <strong>de</strong>l mercado. Francisco le rogó que saliera, pero ella logró dominar su estómago

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