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<strong>de</strong>stinado al generalato, <strong>de</strong>bería renunciar a su revuelo <strong>de</strong> trapos, sus pulseras ruidosas y<br />
su agitada existencia.<br />
Esa mañana, mientras la motocicleta tragaba potreros y cerros en dirección a Los Riscos,<br />
Francisco calculaba cuán poco faltaba para el regreso <strong>de</strong>l Novio <strong>de</strong> la Muerte. Con su<br />
llegada todo cambiaría. <strong>De</strong>saparecería la dicha <strong>de</strong> los últimos meses cuando tuvo a Irene<br />
para sí, adiós a los sueños turbulentos, las sorpresas cotidianas, la ansiedad <strong>de</strong> esperarla<br />
y la risa <strong>de</strong> verla acometer empresas <strong>de</strong>smesuradas. <strong>De</strong>bería ser mucho más cuidadoso,<br />
hablar sólo lo intrascen<strong>de</strong>nte y evitar toda acción sospechosa. Hasta entonces<br />
compartieron una serena complicidad. Su amiga parecía ambular por el mundo en estado<br />
<strong>de</strong> inocencia sin <strong>de</strong>tectar los pequeños signos <strong>de</strong> su doble vida, al menos jamás hacía<br />
preguntas. En su presencia era indispensable tomar medidas <strong>de</strong> precaución, pero la<br />
llegada <strong>de</strong> Gustavo Morante lo obligaba a ser más pru<strong>de</strong>nte. Su relación con Irene le<br />
resultaba tan preciosa, que <strong>de</strong>seaba mantenerla intacta. No quería sembrar su amistad<br />
<strong>de</strong> omisiones y mentiras, pero comprendía que pronto sería inevitable. Mientras conducía<br />
el vehículo quiso prolongar ese paseo hasta el límite <strong>de</strong>l horizonte, don<strong>de</strong> no los<br />
alcanzara la sombra <strong>de</strong> Capitán, atravesar el país, el continente y otros mares con Irene<br />
abrazada a su cintura. El viaje le pareció breve. Al <strong>de</strong>sviarse por un angosto sen<strong>de</strong>ro<br />
aparecieron extensos trigales que en esa época lucían como una ver<strong>de</strong> pelusa sobre los<br />
campos. Suspiró con cierta tristeza, porque habían llegado a su <strong>de</strong>stino. Dieron sin<br />
dificultad con el lugar don<strong>de</strong> vivía la santa extrañados <strong>de</strong> tanta soledad y silencio, porque<br />
esperaban al menos una romería <strong>de</strong> incautos para ver el fenómeno.<br />
--¿Estás segura <strong>de</strong> que es aquí?<br />
--Segura.<br />
--Entonces <strong>de</strong>be ser una santa <strong>de</strong> pacotilla, porque no se ve a nadie.<br />
Ante sus ojos surgió una vivienda <strong>de</strong> campesinos pobres, con pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> adobe<br />
blanqueadas a la cal, cubierta <strong>de</strong> tejas <strong>de</strong>steñidas, un corredor <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la puerta y una