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De amor y de muerte

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tomando <strong>de</strong>l suelo un trozo <strong>de</strong> hierro, atacó la <strong>de</strong>lgada capa <strong>de</strong> cemento que tapaba el<br />

túnel. El la secundó en la tarea con el pico. La mezcla <strong>de</strong> albañilería <strong>de</strong>bió ser hecha por<br />

manos inexpertas, porque al menor esfuerzo se <strong>de</strong>sprendía en finas partículas. A la<br />

pestilencia se sumó el aire enrarecido por el polvo y el cemento suspendidos en una nube<br />

<strong>de</strong>nsa, pero no retrocedieron, porque con cada golpe adquirían mayor certeza <strong>de</strong> que tras<br />

ese obstáculo algo aguardaba por ellos, una verdad escondida por muy largo tiempo.<br />

Diez minutos más tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>senterraron unos pedazos <strong>de</strong> tela y unas osamentas. Era un<br />

tórax <strong>de</strong> hombre cubierto con una camisa <strong>de</strong> color claro y un chaleco azul. Mientras se<br />

asentaba un poco el tierral, encendieron la linterna para examinar esos huesos y<br />

comprobar sin lugar a dudas su proce<strong>de</strong>ncia humana. Bastó picar un poco más escombro<br />

y entonces rodó a sus pies un cráneo con un mechón <strong>de</strong> pelo adherido aún en la frente.<br />

Irene no pudo resistir más y salió trastabillando <strong>de</strong> la mina, mientras Francisco seguía<br />

cavando sin pensar, como una silenciosa máquina. Fueron surgiendo nuevos restos y<br />

entonces comprendió que habían dado con una tumba llena <strong>de</strong> cadáveres, enterrados<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía quién sabía cuánto tiempo, a juzgar por el estado en que estaban. Los<br />

pedazos brotaban <strong>de</strong> la tierra entremezclados con ropa en jirones y manchada con una<br />

sustancia oscura y aceitosa. Antes <strong>de</strong> retirarse, Francisco tomó algunas fotos, con toda<br />

tranquilidad y precisión, como si se moviera en sueños, porque había traspasado la<br />

frontera <strong>de</strong> su propio asombro. Lo extraordinario acabó por parecerle natural y <strong>de</strong>scubrió<br />

cierta lógica en la situación, como si la violencia hubiera estado allí esperándolo siempre.<br />

Esos muertos surgidos <strong>de</strong> la tierra con las manos <strong>de</strong>scarnadas y la frente perforada por<br />

una bala, aguardaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía mucho, llamándolo sin cesar, pero hasta entonces no<br />

tuvo oídos para escucharlos. Trastornado, se sorprendió hablando en alta voz para<br />

explicarles su retraso, con el sentimiento <strong>de</strong> haber fallado a una cita. <strong>De</strong>s<strong>de</strong> el exterior<br />

Irene lo llamó, <strong>de</strong>volviéndole el sentido <strong>de</strong> la realidad. Salió <strong>de</strong> la mina arrastrando el<br />

alma.<br />

Entre los dos cerraron la entrada <strong>de</strong>jándola en apariencia tal como estaba cuando la<br />

encontraron. Durante unos minutos <strong>de</strong>scansaron aspirando el aire puro a todo pulmón,<br />

estrechándose la mano y oyendo los latidos <strong>de</strong>senfrenados <strong>de</strong> sus corazones. La<br />

respiración agitada y el temblor <strong>de</strong> sus cuerpos les recordaban que al menos ellos

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