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De amor y de muerte

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se producían frutas tan sabrosas. Esa era la única forma <strong>de</strong> nacionalismo tolerada por los<br />

Leal y el Profesor no perdió la oportunidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarlo en claro.<br />

--La humanidad <strong>de</strong>be vivir en un mundo unido, don<strong>de</strong> se mezclen las razas, lenguas,<br />

costumbres y sueños <strong>de</strong> todos los hombres. El nacionalismo repugna a la razón. En nada<br />

beneficia a los pueblos. Sólo sirve para que en su nombre se cometan los peores abusos.<br />

--¿Qué tiene que ver eso con los damascos? --preguntó Irene completamente perdida por<br />

el rumbo <strong>de</strong> la conversación.<br />

Rieron a coro. Cualquier tema podía acabar en manifiesto i<strong>de</strong>ológico, pero por fortuna los<br />

Leal aún no habían perdido la capacidad <strong>de</strong> burlarse <strong>de</strong> sí mismos. <strong>De</strong>spués <strong>de</strong>l postre<br />

sirvieron un aromático café traído por Irene. Al terminar la comida la joven recordó a<br />

Francisco la matanza <strong>de</strong>l cerdo en casa <strong>de</strong> los Ranquileo al día siguiente. Se <strong>de</strong>spidió<br />

<strong>de</strong>jando a su paso una estela <strong>de</strong> buen humor que los envolvió a todos menos al taciturno<br />

Javier, tan absorto en su <strong>de</strong>sesperanza y en sus nudos, que no se había dado cuenta <strong>de</strong><br />

su existencia.<br />

--Cásate con ella, Francisco.<br />

--Tiene novio, mamá.<br />

--Seguro tu vales mucho más-- replicó Hilda, incapaz <strong>de</strong> un juicio imparcial si se trataba<br />

<strong>de</strong> sus hijos.<br />

Cuando conoció al Capitán Gustavo Morante, Francisco ya amaba tanto a Irene que<br />

apenas se cuidó <strong>de</strong> ocultar su disgusto. En aquella época ni él mismo reconocía esa<br />

emoción arrebatada como <strong>amor</strong> y al pensar en ella lo hacía en términos <strong>de</strong> pura amistad.<br />

<strong>De</strong>s<strong>de</strong> el primer encuentro con Morante se <strong>de</strong>testaron con cortesía, uno por el <strong>de</strong>sprecio<br />

<strong>de</strong>l intelectual hacia los uniformados y el otro por el mismo sentimiento a la inversa. El<br />

oficial lo saludó con una breve inclinación sin ofrecerle la mano y Francisco notó su tono

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