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De amor y de muerte

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Hilda toda suerte <strong>de</strong> cuidados. Era una persona práctica y combatió la amnesia con un<br />

método <strong>de</strong> su propia invención. Como no sabía español, utilizaba un diccionario para<br />

nombrarle los objetos y sentimientos uno por uno. Sentada durante horas a su lado, tuvo<br />

la paciencia <strong>de</strong> recorrerlo completo <strong>de</strong> la A a la Z, repitiendo cada palabra hasta ver brillar<br />

la comprensión en los ojos <strong>de</strong> la enferma. Poco a poco Hilda recuperó la memoria<br />

perdida. El primer rostro que se dibujó en la niebla fue el <strong>de</strong> su marido, luego recordó el<br />

nombre <strong>de</strong> su hijo y por fin, como un torrente vertiginoso, acudieron a su mente los<br />

acontecimientos <strong>de</strong>l pasado, la belleza, el valor, los <strong>amor</strong>es, la risa. Tal vez fue en ese<br />

momento cuando tomó la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> seleccionar sus recuerdos y borrar todo lastre en la<br />

nueva etapa que iniciaba, porque intuyó la necesidad <strong>de</strong> emplear toda su fuerza en la<br />

construcción <strong>de</strong> su <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> emigrante. Era mejor eliminar las nostalgias dolorosas, la<br />

patria, los parientes y amigos rezagados y no habló m s <strong>de</strong> ellos. Pareció olvidar la casa<br />

<strong>de</strong> piedra y en los años siguientes fue inútil que su marido la mencionara. Daba la<br />

impresión <strong>de</strong> haberla suprimido por completo junto a muchas otras evocaciones. En<br />

cambio nunca fue más lúcida para percibir el presente y planificar el futuro, encarando su<br />

nueva vida con una certeza plena <strong>de</strong> entusiasmo.<br />

El día en que los Leal se embarcaron rumbo a otros confines <strong>de</strong> la tierra, el cartero y su<br />

mujer, luciendo su ropa <strong>de</strong> domingo, acudieron al muelle a <strong>de</strong>spedirlos. Sus pequeñas<br />

figuras fueron lo último en divisar cuando el barco se alejó en el mar abierto. Hasta que la<br />

costa <strong>de</strong> Europa se esfumó en la distancia, todos los viajeros permanecieron en la popa<br />

cantando canciones republicanas con la voz quebrada por el llanto, menos Hilda, firme en<br />

la proa, con el niño en el regazo, escudriñando el futuro.<br />

Los Leal recorrieron los caminos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stierro, se adaptaron a la pobreza, buscaron<br />

trabajo, hicieron amigos y se instalaron en el otro extremo <strong>de</strong>l mundo venciendo la<br />

parálisis inicial <strong>de</strong> quienes pier<strong>de</strong>n sus raíces. Dieron a luz una nueva fortaleza, nacida<br />

<strong>de</strong>l sufrimiento y la necesidad. Para sostenerse en las dificulta<strong>de</strong>s contaron con un <strong>amor</strong><br />

a toda prueba, tanto más <strong>de</strong> lo que otros poseen. Cuarenta años más tar<strong>de</strong> aún<br />

mantenían correspon<strong>de</strong>ncia con el cartero francés y su mujer, porque los cuatro<br />

conservaron el corazón generoso y la mente <strong>de</strong>spejada.

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