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De amor y de muerte

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porque su carne no era apreciada en el país. Fue entonces cuando funcionó aquel<br />

aspecto espléndido <strong>de</strong> su personalidad. Se trasladó con la merca<strong>de</strong>ría a la capital y<br />

recorrió los barrios pobres en un camión regalándola a la gente más necesitada. Estaba<br />

seguro <strong>de</strong> que su iniciativa sería imitada por otros mayoristas que tocados en su<br />

generosidad, donarían también parte <strong>de</strong> sus productos a los <strong>de</strong>svalidos. Llegó a soñar<br />

con una ca<strong>de</strong>na solidaria formada por pana<strong>de</strong>ros, verduleros, propietarios <strong>de</strong> pesca<strong>de</strong>rías<br />

y abastos, empresarios <strong>de</strong> pastas, arroz y caramelos, importadores <strong>de</strong> té, café y<br />

chocolate, fabricantes <strong>de</strong> conservas, licores y quesos, en una palabra, cuanto industrial y<br />

comerciante existiera ce<strong>de</strong>ría parte <strong>de</strong> sus ganancias para mitigar el hambre evi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong><br />

los marginados, las viudas, los huérfanos, los cesantes y otros <strong>de</strong>sventurados. Pero nada<br />

<strong>de</strong> eso sucedió. Los carniceros calificaron el gesto <strong>de</strong> payasada y los <strong>de</strong>más simplemente<br />

lo ignoraron. Como a pesar <strong>de</strong> todo continuó su cruzada con entusiasmo, fue amenazado<br />

<strong>de</strong> <strong>muerte</strong> por arruinarles el negocio y su prestigio <strong>de</strong> honrados merca<strong>de</strong>res. Lo tildaron<br />

<strong>de</strong> comunista, lo cual acentuó el <strong>de</strong>scalabro nervioso <strong>de</strong> Beatriz Alcántara, quien tuvo<br />

suficiente fortaleza para soportar las extravagancias <strong>de</strong> su marido, pero no para resistir el<br />

impacto <strong>de</strong> esa peligrosa acusación. Eusebio Beltrán repartía personalmente piernas y<br />

espaldillas <strong>de</strong> carnero en un vehículo con gran<strong>de</strong>s avisos impresos en los costados y un<br />

altoparlante anunciando su iniciativa. Pronto se vio asediado por la policía y por matones<br />

a contrata. Los empresarios <strong>de</strong> la competencia estaban <strong>de</strong>cididos a acabar con él. Fue<br />

acosado por advertencias <strong>de</strong> burla y <strong>de</strong> <strong>muerte</strong> y a su mujer le enviaron anónimos <strong>de</strong><br />

increíble vileza. Cuando el transporte <strong>de</strong> la “Carnicería Filantrópica” apareció en la<br />

televisión y la cola <strong>de</strong> miserables se convirtió en una muchedumbre imposible <strong>de</strong> controlar<br />

por los guardianes <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n público, Beatriz Alcántara perdió su última brizna <strong>de</strong><br />

paciencia y le lanzó todo lo acumulado en una vida <strong>de</strong> rencores. Eusebio se fue para no<br />

volver.<br />

--Nunca me preocupé por mi padre, Francisco. Estaba segura <strong>de</strong> que había huido <strong>de</strong> mi<br />

madre, <strong>de</strong> sus acreedores y <strong>de</strong> las malditas ovejas que empezaron a podrirse sin<br />

encontrar <strong>de</strong>stino, pero ahora dudo <strong>de</strong> todo-- dijo Irene.

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