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<strong>de</strong>leitarse en su propia tristeza. Un día, sin alcanzar a atajar las palabras, cometió la<br />
tontería <strong>de</strong> preguntar a la joven los límites <strong>de</strong> su intimidad con el Novio <strong>de</strong> la Muerte. Ella<br />
rió a más no po<strong>de</strong>r.<br />
No pensarás que soy virgen a mi edad, respondió quitándole hasta el beneficio <strong>de</strong> la<br />
duda. Poco <strong>de</strong>spués, Gustavo Morante fue enviado a Panamá por varios meses a una<br />
escuela para oficiales. Su contacto con Irene se limitaba a cartas apasionadas,<br />
conversaciones telefónicas a larga distancia y regalos enviados en aviones militares. <strong>De</strong><br />
algún modo el fantasma omnímodo <strong>de</strong> ese en<strong>amor</strong>ado tenaz fue el culpable <strong>de</strong> que<br />
Francisco durmiera con Irene como un hermano. Cuando lo recordaba se daba una<br />
palmada en la frente, asombrado <strong>de</strong> su proce<strong>de</strong>r.<br />
En cierta ocasión se quedaron en la editorial preparando un reportaje. Disponían <strong>de</strong>l<br />
material y <strong>de</strong>bían elaborarlo para el día siguiente. Las horas volaron, no se dieron cuenta<br />
<strong>de</strong> que los <strong>de</strong>más empleados partían y empezaban a apagarse las luces en todas las<br />
oficinas. Salieron a comprar una botella <strong>de</strong> vino y algo para cenar. Como les gustaba<br />
trabajar con música, pusieron un concierto en la grabadora y entre flautas y violines se les<br />
pasó el tiempo sin acordarse <strong>de</strong>l reloj. Terminaron muy tar<strong>de</strong> y sólo entonces a través <strong>de</strong><br />
la ventana les llegó el silencio y la oscuridad <strong>de</strong> la noche. No se percibía ni el menor signo<br />
<strong>de</strong> vida, semejaba una ciudad <strong>de</strong>sierta, abandonada a causa <strong>de</strong> un cataclismo que<br />
hubiera borrado todo rastro humano, como en las historias <strong>de</strong> ciencia ficción. Hasta el<br />
aire parecía opaco e inmóvil. El toque <strong>de</strong> queda, murmuraron al unísono sintiéndose<br />
atrapados, porque era imposible circular por las calles a esa hora. Francisco bendijo su<br />
suerte que le permitía quedarse con ella más tiempo. Irene adivinó la angustia <strong>de</strong> su<br />
madre y <strong>de</strong> Rosa y corrió al teléfono a explicarles la situación. <strong>De</strong>spués <strong>de</strong> beber el resto<br />
<strong>de</strong>l vino, escuchar el concierto dos veces y hablar <strong>de</strong> mil cosas, estaban muertos <strong>de</strong><br />
fatiga y ella sugirió <strong>de</strong>scansar en el diván.<br />
El baño <strong>de</strong>l quinto piso <strong>de</strong> la editorial era un cuarto amplio <strong>de</strong> múltiples funciones, servía<br />
<strong>de</strong> vestuario para el cambio <strong>de</strong> ropa <strong>de</strong> las mo<strong>de</strong>los, <strong>de</strong> sala <strong>de</strong> maquillaje porque tenía<br />
un gran espejo bien iluminado y hasta <strong>de</strong> cafetería gracias a una hornilla don<strong>de</strong> se