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A pocos pasos <strong>de</strong> la plaza <strong>de</strong> Los Riscos se alzaba el mercado como una explosión <strong>de</strong><br />
bullicio y color. Irene buscó entre las pilas <strong>de</strong> frutas <strong>de</strong> la estación, duraznos, melones,<br />
sandías, atravesó laberintos <strong>de</strong> verduras frescas, montañas <strong>de</strong> papa y maíz tierno,<br />
mesones <strong>de</strong> espuelas, estribos, monturas y sombreros <strong>de</strong> paja, hileras <strong>de</strong> alfarería roja y<br />
negra, jaulas <strong>de</strong> gallinas y conejos, en medio <strong>de</strong>l escándalo <strong>de</strong> pregones y regateos, más<br />
a<strong>de</strong>ntro estaban los puestos <strong>de</strong> carne, fiambres, pescados, mariscos, toda suerte <strong>de</strong><br />
quesos, un <strong>de</strong>senfreno <strong>de</strong> aromas y sabores. Lo recorrió lentamente en todas direcciones<br />
gustándolo con la mirada, husmeando esas fragancias <strong>de</strong> la tierra y <strong>de</strong>l mar,<br />
<strong>de</strong>teniéndose para probar una <strong>de</strong> las primeras uvas, una fresa madura, una almeja viva<br />
en su concha <strong>de</strong> madreperla, un suave pastel <strong>de</strong> hojaldre preparado por la mismas<br />
manos que lo vendían. Fascinada, pensó que nada terrible cabía en un mundo don<strong>de</strong><br />
florecía una abundancia como aquélla. Pero entonces dio por fin con Evangelina Flores y<br />
recordó por qué se encontraba allí.<br />
Era tanto el parecido entre la muchacha y Digna Ranquilea que Irene se sintió <strong>de</strong><br />
inmediato a sus anchas con ella, como si la conociera <strong>de</strong> antes y hubiese tenido ocasión<br />
<strong>de</strong> estimarla como a su madre y todos sus hermanos, tenía el pelo liso y negro, la piel<br />
clara y los ojos gran<strong>de</strong>s muy oscuros. Corta <strong>de</strong> piernas, <strong>de</strong> contextura robusta, enérgica y<br />
saludable, se movía con vitalidad y hablaba con certeza y sencillez, acentuando sus<br />
palabras con amplios gestos <strong>de</strong> las manos. Se diferenciaba <strong>de</strong> su madre, Digna<br />
Ranquileo, en el carácter jovial y el aplomo para emitir opiniones sin temor. Parecía<br />
mayor, mucho más madura y <strong>de</strong>sarrollada que la otra Evangelina, la que ocupó su<br />
<strong>de</strong>stino por error y murió en su lugar. El sufrimiento acumulado en sus quince años <strong>de</strong><br />
vida, lejos <strong>de</strong> marcarla con la resignación, la dotó <strong>de</strong> bríos. Al sonreír, su rostro <strong>de</strong><br />
facciones toscas se transformaba y resplan<strong>de</strong>cía. Era suave y cariñosa con su madre<br />
adoptiva, a quien trataba con aire protector, como si <strong>de</strong>seara preservarla <strong>de</strong> nuevas<br />
penas. Atendían juntas un minúsculo local don<strong>de</strong> vendían los productos <strong>de</strong> su huerto.