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De amor y de muerte

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porque no se había fijado aún la máscara <strong>de</strong> payaso en su piel. Su mujer nunca pudo<br />

recibirlo con naturalidad. Una vehemencia <strong>de</strong> adolescente oprimía su pecho y la<br />

impulsaba a saltar a su cuello para ocultar las lágrimas, pero los meses <strong>de</strong> separación<br />

exacerbaban su pudor y lo saludaba con gesto contenido, los ojos bajos, ruborizada.<br />

Su hombre estaba allí, había regresado, todo sería diferente por un tiempo, porque él se<br />

esmeraba en suplir ausencias. En los meses siguientes ella invocaría a los espíritus<br />

benéficos <strong>de</strong> su Biblia para que la lluvia no cesara inmovilizando el calendario en un<br />

invierno sin fin.<br />

En cambio, para los hijos la vuelta <strong>de</strong>l padre era un acontecimiento menor. Al llegar un<br />

día <strong>de</strong> la escuela o <strong>de</strong>l trabajo en los potreros, lo encontraban sentado en su sillón <strong>de</strong><br />

mimbre junto a la puerta, con su mate en la mano, mimetizado en el color <strong>de</strong>l otoño, como<br />

si jamás se hubiera <strong>de</strong>sprendido <strong>de</strong> esos campos, <strong>de</strong> esa casa, <strong>de</strong> las parras con sus<br />

racimos secándose en los ganchos, <strong>de</strong> los perros echados en el patio. Los niños<br />

percibían los ojos turbados <strong>de</strong> impaciencia <strong>de</strong> su madre, la viveza <strong>de</strong> sus gestos para<br />

aten<strong>de</strong>r a su marido, vigilando con inquietud esos encuentros para evitar impertinencias.<br />

El respeto por el padre es el pilar <strong>de</strong> la familia, así lo dice el Antiguo Testamento, por eso<br />

está prohibido llamarlo Tony Chalupa y tampoco se pue<strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> su trabajo <strong>de</strong><br />

payaso, no hagan preguntas, esperen que él les cuente cuando tenga ganas. Durante su<br />

juventud, cuando Hipólito era disparado con un cañón <strong>de</strong> un extremo a otro <strong>de</strong> la carpa,<br />

aterrizando sobre la red con fragor <strong>de</strong> pólvora y sonrisa inquieta, pasado el espanto los<br />

hijos podían sentirse orgullosos <strong>de</strong> él, porque volaba como un gavilán. Posteriormente<br />

Digna no les permitía ir al circo para ver al padre <strong>de</strong>clinar en sus tristes piruetas, prefería<br />

que conservaran en la memoria esa airosa imagen y no se avergonzaran <strong>de</strong> sus<br />

grotescos ropajes <strong>de</strong> payaso viejo, golpeado, humil<strong>de</strong>, expulsando vientos, hablando en<br />

falsete y riendo sin causa. Cuando el circo pasó por Los Riscos arrastrando a un oso<br />

<strong>de</strong>spelucado y llamando a los vecinos a bocinazos para presenciar el grandioso<br />

espectáculo internacional aclamado por todos los públicos, ella se negó a llevar a los<br />

niños por temor a los payasos, todos iguales en apariencia y todos como Hipólito. Sin<br />

embargo, en la intimidad <strong>de</strong>l hogar, él se colocaba su disfraz y se pintaba el rostro, pero

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