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De amor y de muerte

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elementos un profundo sentido estético y <strong>de</strong>cidió que más tar<strong>de</strong> tomaría algunas<br />

fotografías para su colección. Nunca pudo hacerlo.<br />

A las doce <strong>de</strong>l mediodía Evangelina cayó sobre la cama. Su cuerpo se estremeció y un<br />

hondo, largo, terrible gemido la recorrió entera, como una llamada <strong>de</strong> <strong>amor</strong>. Comenzó a<br />

agitarse convulsivamente y se arqueó hacia atrás en un esfuerzo sobrehumano. En su<br />

rostro <strong>de</strong>sfigurado se borró la expresión <strong>de</strong> niña simple que tenía poco antes y envejeció<br />

<strong>de</strong> súbito varios años. Una mueca <strong>de</strong> éxtasis, dolor o lujuria marcó sus facciones. La<br />

cama se remeció e Irene, aterrada, percibió que también la mesa a dos metros <strong>de</strong><br />

distancia adquiría movimiento propio sin mediar fuerza alguna conocida. El susto venció<br />

su curiosidad y se acercó a Francisco en busca <strong>de</strong> protección, lo tomó <strong>de</strong> un brazo y se<br />

estrechó a él sin quitar la vista <strong>de</strong>l espectáculo <strong>de</strong>mencial que se <strong>de</strong>sarrollaba sobre el<br />

lecho, pero su amigo la apartó con suavidad para manipular la cámara. Afuera los perros<br />

aullaban en un interminable lamento <strong>de</strong> catástrofe, coreando las voces <strong>de</strong> cánticos y<br />

rezos. Las jarras <strong>de</strong> latón bailaban en la alacena y extraños golpes azotaban el tejado<br />

como una granizada <strong>de</strong> guijarros. Un temblor continuo sacudía un entablado sobre las<br />

vigas <strong>de</strong>l alero, don<strong>de</strong> la familia guardaba las provisiones, las semillas y las herramientas<br />

<strong>de</strong> labranza.<br />

<strong>De</strong> arriba cayó una lluvia <strong>de</strong> maíz escapado <strong>de</strong> los sacos, aumentando la sensación <strong>de</strong><br />

pesadilla. Sobre la cama Evangelina Ranquileo se contorsionaba, víctima <strong>de</strong><br />

impenetrables alucinaciones y urgencias misteriosas. El padre, oscuro, <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ntado, con<br />

su patética expresión <strong>de</strong> payaso triste, observaba abatido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el umbral, sin acercarse.<br />

La madre permanecía al lado <strong>de</strong> la cama con los ojos entornados, intentando tal vez<br />

escuchar el silencio <strong>de</strong> Dios. <strong>De</strong>ntro y fuera <strong>de</strong> la casa la esperanza se apo<strong>de</strong>raba <strong>de</strong> los<br />

peregrinos. Uno a uno se aproximaron a Evangelina en <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> su pequeño, humil<strong>de</strong><br />

milagro.<br />

--Sécame los furúnculos, santita.<br />

--Haz que no se lleven a mi Juan a la conscripción.

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