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Ella buscó en lo más profundo <strong>de</strong> su armario, sustrajo un atadito <strong>de</strong> billetes arrugados y lo<br />
puso en la mano <strong>de</strong> su hijo. Con ese dinero él tomó un tren a la capital, don<strong>de</strong> consiguió<br />
emplearse haciendo el aseo en una peluquería a cambio <strong>de</strong> la comida y un jergón para<br />
pasar la noche en el mismo local. Estaba <strong>de</strong>slumbrado. No imaginaba la existencia <strong>de</strong> un<br />
mundo así: tonos claros, perfumes <strong>de</strong>licados, voces risueñas, frivolidad, calor, ocio.<br />
Miraba en los espejos las manos <strong>de</strong> las profesionales sobre las cabelleras y se<br />
maravillaba.<br />
Aprendió a conocer el alma femenina viendo a las mujeres sin tapujos. En las noches, al<br />
quedar solo en el salón, ensayaba peinados con las pelucas y probaba sombras, polvos,<br />
lápices en su propia cara para adiestrarse en el arte <strong>de</strong>l maquillaje y así <strong>de</strong>scubrió cómo<br />
mejorar un rostro mediante colores y pinceles. Pronto le permitieron ensayar con algunas<br />
clientes nuevas y a los pocos meses cortaba el cabello como nadie y las damas más<br />
exigentes reclamaban sus servicios. Era capaz <strong>de</strong> transformar a una mujer <strong>de</strong> aspecto<br />
insignificante, valiéndose <strong>de</strong>l marco <strong>de</strong> un pelo vaporoso y el artificio <strong>de</strong> los cosméticos<br />
sabiamente aplicados, pero, sobre todo, podía dar a cada una la certeza <strong>de</strong> su atractivo,<br />
porque en última instancia la hermosura no es sino una actitud. Empezó a estudiar sin<br />
tregua y a practicar con audacia, ayudado por un instinto infalible capaz <strong>de</strong> conducirlo<br />
siempre a la mejor solución. Era solicitado por novias, mo<strong>de</strong>los, actrices y embajadoras<br />
<strong>de</strong> ultramar. Algunas señoras ricas e influyentes <strong>de</strong> la ciudad abrieron sus casas para él y<br />
por primera vez el hijo <strong>de</strong>l minero puso el pie sobre alfombras persas, bebió té en<br />
porcelana transparente y apreció el brillo <strong>de</strong> la plata labrada, las ma<strong>de</strong>ras pulidas, los<br />
<strong>de</strong>licados cristales. Con rapi<strong>de</strong>z aprendió a distinguir los objetos <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ro valor y<br />
<strong>de</strong>cidió que no se conformaría con menos, porque su espíritu sufría con cualquier forma<br />
<strong>de</strong> vulgaridad. Al internarse en el círculo <strong>de</strong>l arte y la cultura supo que no podría<br />
retroce<strong>de</strong>r jamás. <strong>De</strong>jó en libertad su caudal creativo y su visión para los negocios y en<br />
pocos años era el dueño <strong>de</strong>l salón <strong>de</strong> belleza más prestigioso <strong>de</strong> la capital y <strong>de</strong> una<br />
pequeña tienda <strong>de</strong> antigüeda<strong>de</strong>s, pantalla <strong>de</strong> tráficos discretos. Se convirtió en experto en<br />
obras <strong>de</strong> arte, muebles finos, artículos <strong>de</strong> lujo, consultado por la gente <strong>de</strong> mejor posición.