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De amor y de muerte

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partieron por diversos caminos en busca <strong>de</strong> otros lugares don<strong>de</strong> nadie conociera su<br />

infortunio. La familia se dispersó y a la vuelta <strong>de</strong> los años sólo quedó con la señora Flores<br />

una niña cambiada. Evangelina tenía diez años cuando <strong>de</strong>tuvieron a su padre y a sus<br />

hermanos adoptivos. Cada vez que cerraba los ojos volvía a ver ese instante cuando los<br />

arrastraban sangrando. Perdió el pelo, a<strong>de</strong>lgazó, caminaba dormida y parecía flotar<br />

idiotizada cuando estaba <strong>de</strong>spierta, atrayendo la burla <strong>de</strong> otros niños en la escuela.<br />

Pensando en la conveniencia <strong>de</strong> sacarla <strong>de</strong> ese sitio lleno <strong>de</strong> tan malos recuerdos, la<br />

señora Flores la envió a otro pueblo a casa <strong>de</strong> un tío, próspero comerciante en leña y<br />

carbón, quien podía ofrecerle mejor forma <strong>de</strong> vida, pero la muchacha no pudo soportar la<br />

falta <strong>de</strong> <strong>amor</strong> y su estado empeoró. La llevaron <strong>de</strong> regreso a lo que quedaba <strong>de</strong> su hogar.<br />

Por un tiempo largo nada pudo consolarla, pero cuando cumplió doce años y tuvo su<br />

primera menstruación, sacudió <strong>de</strong>finitivamente la tristeza, maduró <strong>de</strong> súbito y amaneció<br />

una mañana transformada en mujer.<br />

Suya fue la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> ven<strong>de</strong>r el caballo y poner un puesto <strong>de</strong> verduras en el mercado <strong>de</strong><br />

Los Riscos y suya también la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> no seguir enviando comida, ropa y dinero por<br />

intermedio <strong>de</strong> los militares a sus parientes perdidos, ya que en todo ese tiempo no hubo<br />

pruebas <strong>de</strong> que se encontraran vivos.<br />

La joven trabajaba diez horas diarias vendiendo y transportando hortalizas y frutas y en<br />

las seis restantes antes <strong>de</strong> caer extenuada a la cama, estudiaba en los cua<strong>de</strong>rnos<br />

preparados por la maestra como un favor especial. No volvió a llorar y comenzó a hablar<br />

en pasado <strong>de</strong> su padre y sus hermanos, para habituar poco a poco a su madre a la i<strong>de</strong>a<br />

<strong>de</strong> no verlos nunca más.<br />

Cuando abrieron la mina ella estaba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los soldados con su cinta negra atada al<br />

brazo, perdida en la multitud. Vio <strong>de</strong> lejos las gran<strong>de</strong>s bolsas amarillas y afinó los ojos<br />

para distinguir algún indicio. Alguien le habló <strong>de</strong> la imposibilidad <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificar los restos<br />

sin un estudio <strong>de</strong> las piezas <strong>de</strong>ntarias y <strong>de</strong> cada trozo <strong>de</strong> hueso o <strong>de</strong> ropa encontrados,<br />

pero ella estaba segura que si podía verlos <strong>de</strong> cerca su corazón le indicaría si eran ellos.

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