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De amor y de muerte

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Hipólito Ranquileo <strong>de</strong>moró un largo tiempo en reunir a los perros para atarlos a los<br />

árboles. Ladraban <strong>de</strong>masiado. Luego se aproximó a Francisco para explicarle la<br />

necesidad <strong>de</strong> matar a una <strong>de</strong> las perras, porque había parido el día anterior y <strong>de</strong>voró a<br />

las crías, hecho tan grave como una gallina cantando con voz <strong>de</strong> gallo. Ciertos vicios <strong>de</strong><br />

la naturaleza <strong>de</strong>ben eliminarse <strong>de</strong> raíz para evitar contagios a otras criaturas. En esta<br />

materia él era muy <strong>de</strong>licado.<br />

En eso estaban cuando el Reverendo se plantó al centro <strong>de</strong>l patio e inició a todo pulmón<br />

un apasionado discurso. Los presentes lo atendieron para no <strong>de</strong>sairarlo, aunque era<br />

evi<strong>de</strong>nte que todos menos los evangelistas se sentían <strong>de</strong>sconcertados.<br />

“¡Alza <strong>de</strong> precios! ¡Carestía <strong>de</strong> la vida! Este es un problema conocido. Para <strong>de</strong>tenerlo hay<br />

muchos medios: cárcel, multa, huelga, etc. ¿Cuál es el meollo <strong>de</strong>l problema? ¿Cuál es la<br />

causa?<br />

¿Cómo es la bola <strong>de</strong> fuego que inflama la codicia <strong>de</strong>l hombre? Hay <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> esto una<br />

ten<strong>de</strong>ncia peligrosa al pecado <strong>de</strong> la concupiscencia, el apetito <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nado por los<br />

placeres terrenales. Ello aleja al hombre <strong>de</strong>l Santo Dios, produce <strong>de</strong>sequilibrio humano,<br />

moral, económico y espiritual, <strong>de</strong>sata la ira <strong>de</strong>l Señor Todopo<strong>de</strong>roso. Nuestros tiempos<br />

son como los <strong>de</strong> Sodoma y Gomorra, el hombre ha caído en las tinieblas <strong>de</strong>l error y ahora<br />

cosecha su celemín <strong>de</strong> castigos por haberle dado la espalda al Creador. Jehová nos<br />

manda sus advertencias para que recapacitemos y tengamos arrepentimiento <strong>de</strong><br />

nuestros asquerosos pecados...”<br />

--Disculpe, Reverendo, ¿le sirvo un refresco?-- lo interrumpió Evangelina <strong>de</strong>jándolo con la<br />

inspiración en un hilo para enumerar nuevas faltas.<br />

Una <strong>de</strong> las discípulas protestantes, bizca y paticorta, se acercó a Irene para explicarle su<br />

teoría sobre la hija <strong>de</strong> los Ranquileo: “Belcebú, príncipe <strong>de</strong> los <strong>de</strong>monios, se le ha metido

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